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El cáncer tiene nombre y apellidos en El Bierzo y Laciana. José Carnicero, Marina Márquez y Santiago González son tres lacianiegos a los que la enfermedad les cayó encima como un jarro de agua fría.
Llevan tiempo batallando con ella y sufriendo en primera persona un problema de salud que además de los duros efectos secundarios de los tratamientos lleva asociada una gran carga física, psicológica y emocional. A todo ello han tenido que unirle el problema de falta de facultativos que se arrastra desde hace años en el Hospital del Bierzo y que se ha agudizado desde el pasado mes de mayo cuando el déficit de médicos obligó a suspender medio centenar de consultas.
José, Marina y Santiago se han decidido a dar la cara para contar en primera persona lo que es plantarle cara a la enfermedad y afrontar el día a día con una espada de Damocles encima. Son la cara de la crisis en el servicio de Oncología del Hospital Universitario del Bierzo.
Marina es lacianiega. A sus 65 años lleva cuatro años batallando con un cáncer de pulmón con metástasis ósea en estadio IV. Su diagnóstico llegó en 2020, el año de la pandemia y apareció por casualidad a raíz de una tendinitis en un hombro. «Iba mal, muy mal, y no me hacían nada porque lo primordial era el Covid», explica. Como no acababa de mejorar se decidió a acudir a consulta con un médico particular «y fue cuando me lo diagnosticaron».
Precisamente este jueves 19 de septiembre se han cumplido cuatro años de su primera dosis de quimio. La primera de unas cuantas. Y ya van 84 para esta mujer a la que la enfermedad le obligó a abandonar su trabajo como auxiliar administrativa en el Ayuntamiento de Villablino.
Marina reconoce que la llegada del cáncer a su vida ha sido «una situación muy dura» en la que se hace más necesario que nunca el calor de familiares y amigos. «El apoyo de los que están a tu alrededor es fundamental», señala. También la actitud del paciente juega una baza importante. «Yo soy una persona fuerte, de cabeza estoy muy bien y sigo haciendo dentro de mis posibilidades lo que hacía antes, voy a caminar todos los días una hora, da igual que llueva o nieve», explica.
Hasta ahora medio año bajaba regularmente a sus consultas a servicio de Oncología donde la veía su oncólogo habitual pero las cosas cambiaron. «Ahora llevo desde marzo que no he bajado a una consulta en la que se haya repetido médico», lamenta, unos especialistas que cifra en cerca de una veintena. Entiende, por ello, que «por mucha voluntad que pongan es imposible porque tienen tanta gente esperando fuera que no puede atenderte como te tienen que atender porque no tienen tiempo y si no te lleva siempre la misma persona que te hace el seguimiento sales allí y dices ¿ahora qué?», se pregunta.
El miércoles pasado bajó al hospital porque le tocaba hacerse un TAC y sorprendentemente «tuve que recordárselo yo que me diera el papel para hacérmelo porque ya me tocaba, como no me lleva, que era la primera vez en la vida, que me veía no puede saber cómo está la cosa». «Que se lo tenga que decir yo me parece surrealista», remarca.
El próximo miércoles 25 de septiembre le tocará revisión y lo hará «a pelo, sin analítica y sin consulta, directamente a la quimio». Un paso que necesariamente marca el protocolo para conocer cómo tiene las defensas el paciente de cara a aplicar el tratamiento. «Y como yo me imagino que habrá más gente», señala.
En su caso su situación se complica tras pasar un fin de semana en la cama con 38º de fiebre. «Subí aquí a Urgencias a Villablino y la médica me mandaba a Ponferrada y no quise ir, a qué, si no hay oncólogos en planta». Así que decidió meterse en la cama y darse duchas de agua tibia para aplacar la fiebre y paracetamol para quitarse la fiebre. «Yo no sé por qué me dio esa fiebre, es muy triste». «Si no nos mata la enfermedad nos matarán ellos», añade.
Marina reconoce que afronta su próxima revisión «asustada y a la aventura porque con esta fiebre si tengo cualquier cosa no sé qué reacción me va a hacer la quimio». Lamenta que desde los despachos «no se dan cuenta de que estamos hablando de que tenemos cáncer no tenemos una gripe y que están tratando a gente de mucho riesgo». «Están jugando con nuestra vida».
«A mi me quitaron el estómago». Es la carta de presentación de José Carnicero, otro de los pacientes diagnosticado de cáncer hace tres años que fue tratado en el servicio de Oncología del Hospital del Bierzo y que decidió finalmente pedir su traslado al Complejo Asistencial Universitario de León (Caule) tras pasar de oncólogo en oncólogo y de afrontar unas quimios que lo pusieron a la muerte.
José recuerda con impotencia como antes de llegar su diagnóstico «la médica de aquí de Villablino pasaba de mi ampliamente». Él notaba que bajaba de peso y sentía molestias y malestar «y me decía que no». Después de tres meses lidiando con la situación decidió derivarlo por fin al primer centro sanitario de la comarca «porque ya vio la cosa mal». Fue entonces cuando le diagnosticaron su cáncer.
A él le operaron en Salamanca, el tratamiento lo siguió en Ponferrada «y cada poco un oncólogo nuevo». Entre cambio y cambio de especialista -en cinco meses lo vieron seis oncólogos distintos- las cosas iban bien pero hace cinco meses le dectectaron un nuevo tumor, ahora en el intestino, lo que derivó en numerosos problemas con el tratamiento de quimioterapia intravenosa que le daba alergia y que le prescribieron hasta tres oncólogos distintos. «Yo me vi morir, las pasé canutas, muy mal, muy mal, porque tuve una reacción terrible y ellos también lo pasaron mal porque la situación era jodida», recuerda José, que ahora afronta ahora su cáncer con un tratamiento de quimio en pastillas.
Cansado de la situación y ante la insistencia de una de sus hijas que reside en la capital de la provincia decidió solicitar hace dos meses el traslado para seguir su tratamiento en el Caule y las cosas cambiaron a mejor. «Con la oncóloga de León genial», resalta. Reconoce que tiene sus días con la quimio pero va bien pese a la carga psicológica que tiene la enfermedad, también para su mujer, María del Mar, que lo lleva peor y ha requerido el apoyo psicológico de la Asociación Española contra el Cáncer.
José lamenta especialmente la situación que afronta el servicio de Oncología del Hospital del Bierzo donde la falta de médicos no les pone las cosas nada fáciles. «No nos metemos con los oncólogos pero vienen de visita y pasan de todo y esto no es una enfermedad como un catarro o una gripe», lamenta. Por eso no duda en lanzar un mensaje a la Consejería de Sanidad de la Junta para «solucionar el problema que tenemos y dejarse de tanto rollo, que hay que defender y luchar por la sanidad pública que es lo mejor que tenemos, antes era la hostia y ahora cada vez menos, por eso tendremos que luchar desde fuera, como sea», concluye.
Exminero del Pozo Lumajo, tiene 66 años y hace un año y dos meses que le diagnosticaron cáncer de pulmón. Santiago González se dio cuenta de que algo pasaba cuando comenzó a notar que se le paralizaba su mano derecha y le descubriron entonces un tumor que le oprimía los músculos y los nervios.
Fue entonces cuando empezó con sus tratamientos de quimioterapia y radioterapia para reducir el tamaño del tumor con la idea de operarlo en Salamanca, «pero me hicieron el efecto contrario y en lugar de mermar el tumor fue creciendo», explica. En ese momento decidieron comenzar a tratarle con inmunoterapia que «me va bastante mejor». Con dos TAC ya hechos «va mermando, muy poco a poco pero va mermando».
Santiago tampoco es ajeno a la crisis del servicio de Oncología del Hospital Universitario del Bierzo donde se evidencia la falta de médicos que le toca vivir en primera persona cada vez que acude a sus consultas. «No hay oncólogos, cada vez que vas hay uno distinto», señala. En ningún caso carga las tintas contra ellos porque tiene claro que «los médicos no tienen culpa ninguna y están puteados más nosotros».
Lamenta que en este caso «unos se echan las culpas a otros y la casa sin barrer, la Junta al Gobierno y el Gobierno a la Junta». Insiste en este sentido en que las competencias sanitarias están transferidas a las comunidades por lo que exige soluciones. «De quien sea el problema que lo arregle porque es bastante grave, un cáncer no es cualquier cosa», destaca.
Para Santiago «la palabra cáncer ya es jodida de por sí» pero asegura que dentro de lo que es la enfermedad «lo llevo bastante bien dentro de lo malo, no soy de los que me quejo». Tratado ahora con inmunoterapia que lleva «bastante bien», aunque el cansancio hace mella, recuerda los malos momentos que pasó con la quimio. «Muy mal, fatal», señala.
Prejubilado minero a los 42 años, tiene claro que le queda mucho camino por recorrer para estar libre de enfermedad, después de que el traspié en su tratamiento impidiera la operación que en principio proyectaban los médicos.
Reconoce que la situación que vive el servicio de Oncología del Hospital del Bierzo «no es nada halagüeña» y cree que «aunque ahora parece que quieren tomar medidas falta muchísimo». «Esta es una enfermedad muy dura y los políticos tendrían que molestarse bastante más, yo voy a consultar y da pena ir allí, todo el mundo quejándose, la situación es jodida».
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