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Arriesgado o conservador: cómo invertir tu dinero para poder dormir por las noches

Los expertos de Fundación MAPFRE nos dan sus mejores consejos para invertir con motivo del Día de la Educación Financiera

Juanjo Villalba

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Muchos sueñan con alcanzar en algún momento de sus vidas la ansiada libertad financiera, o lo que es lo mismo, poder dejarse de preocupar por el dinero. Obviamente, eso es tan difícil como suena. El consenso general, sin embargo, es que una de las vías más comunes para llegar a esta independencia consiste en: primero ahorrar y luego invertir.

Este proceso, sin embargo, produce muchas dudas. ¿Dónde invierto? ¿Durante cuánto tiempo? ¿Qué cantidad?  La respuesta a casi todas estas preguntas suele ser siempre demasiado ambigua, excepto quizá a la última: invierte solo el dinero que no necesites. Para invertir, hay que tener en cuenta que primero es necesario disponer de un capital que te permita responder a cualquier tipo de imprevisto que pueda surgir. 

Según los expertos de la Fundación MAPFRE, es una buena idea tener ahorrados un mínimo de tres meses de tus gastos fijos para estos posibles imprevistos. Aunque aconsejan elevar esta cifra hasta los seis meses para estar realmente tranquilos. A esta cantidad se le suele llamar “fondo de emergencias”. Todo lo que sobrepase este fondo, sería lo que tendríamos disponible para invertir. 

Considera también pagar tus deudas, si es que las tienes, con ese excedente. En muchas ocasiones, el interés de las deudas puede superar cualquier porcentaje de beneficios derivados de una inversión.

Tipos de riesgo

Aparte de los fondos a invertir, el otro gran factor a tener en cuenta a la hora de invertir es el riesgo, que podemos definir como la posibilidad que tenemos de perder toda o una parte de nuestra inversión. Son varios los tipos de riesgo que, por desgracia, acechan a nuestro dinero. Veámoslos a continuación:

Riesgo de mercado

Dentro de esta categoría agrupamos las contingencias que pueden ocurrir a nivel del mercado o de la economía en su conjunto como pandemias, guerras o catástrofes naturales. 

Protegerse de estos riesgos es complicado ya que no hay manera de preverlos ni evitarlos. Según los expertos, lo mejor en este caso es diversificar nuestra cartera de inversiones. De esta forma, es posible que, aunque ocurra algo inesperado que dé al traste con los beneficios de alguna de nuestras inversiones, otra de ellas compense estas menores ganancias.

Riesgo no sistémico

En este caso, el riesgo es particular de la propia inversión. Por ejemplo, si hemos comprado acciones de una determinada empresa, se tratará del riesgo de que la actividad de la misma se vea afectada por algún motivo. Ante este tipo de riesgo, también se recomienda la diversificación.

Riesgo de liquidez

No todas las inversiones pueden transformarse en dinero de forma rápida. Por ejemplo, el riesgo de liquidez de un fondo de pensiones es mucho mayor que el de una acción, porque en el primer caso quizá hemos de esperar años para recuperarlo, mientras que en el segundo lo podemos hacer casi de forma instantánea.

Riesgo legislativo

Finalmente, este último factor se refiere a la posibilidad de que cambie una ley que afecte al valor de nuestras inversiones ya sean estas en productos financieros o en empresas. Un incremento de los impuestos a los beneficios por venta de acciones o la retirada de ventajas fiscales a los fondos de pensiones pueden afectar mucho a su rentabilidad.

Perfiles de riesgo

Cada inversor, además, tiene un perfil de riesgo dependiendo de varios factores como su situación financiera general, sus conocimientos, su carácter o su edad. Desde Fundación MAPFRE se asocia este perfil con el nivel de riesgo máximo que cada uno puede asumir sin que le impida dormir por las noches. 

El perfil de riesgo de cada uno es algo estrictamente personal, ya que depende de cómo se soporten las pérdidas temporales o el tamaño del colchón financiero que poseamos. Como regla general, sin embargo, uno de los factores que más determina el perfil de riesgo es la edad.

Se considera que una persona joven no necesita un colchón financiero muy grueso, ya que cuenta con la ayuda de sus padres. Además, tiene toda la vida por delante para recuperarse de las pérdidas y puede invertir a muy largo plazo, con lo que las oscilaciones no le deberían afectar tanto. Por tanto, una persona joven puede invertir en productos menos seguros, como por ejemplo renta variable. Esto sería lo que defendería, por ejemplo, la regla del 120.

Simplificando un poco y aceptando que renta variable equivale a riesgo y renta fija a menor riesgo, la regla consiste en que el porcentaje que deberíamos dedicar a la renta variable saldría del resultado de restar nuestra edad a 120.

Alguien de 20 años, por lo tanto, podría dedicar toda su inversión a la renta variable. Mientras que una persona de 70 años tendría que repartir su dinero al 50% entre ambos tipos de inversiones. Pero todo esto son generalizaciones debido a los múltiples factores que, como decíamos, influyen en el perfil de riesgo. De ahí la idea de que a la hora de decidir si realizar o no una inversión, te plantees simplemente: ¿podré dormir por las noches?

Productos financieros según el nivel de riesgo

Una vez que tenemos claro nuestro perfil de riesgo, deberíamos adaptar a él nuestras inversiones. Pero existen multitud de productos financieros en los que invertir. Para facilitarnos la decisión, la Comisión Nacional del Mercado de Valores cuenta con un sistema de calificación de riesgos. Va del 1 al 6, siendo el 1 el riesgo más bajo y el 6 el más elevado. 

Nivel 1. Riesgo casi inexistente debido a su carácter o sus garantías. Aquí podemos encontrar depósitos a plazo fijo y cuentas remuneradas.

Nivel 2. Productos 100% garantizados con un plazo inferior a 3 años (principalmente renta fija).

Nivel 3. Activos y productos con compromiso de devolución del 100% en entre tres y cinco años.

Nivel 4. Activos y productos a un plazo de entre 5 y 10 años, con compromiso para devolver el 100% del capital.

Nivel 5. Activos con compromiso de devolver el 100% del capital a más de 10 años o que garantizan solo el 90% del capital.

Nivel 6. Productos que no aseguran recuperar el capital inicial como acciones de empresas.

Otros activos como criptomonedas, CFDs, acciones binarias y otros productos financieros derivados, presentan niveles de complejidad y volatilidad todavía mayores.

No hay fórmulas mágicas

Para finalizar, un dato fundamental que tienes que tener muy claro a la hora de invertir es que no hay inversiones totalmente seguras y rentables al 100%. A pesar de que el capital esté asegurado, un mayor nivel de inflación, por ejemplo, puede comerse cualquier posible rentabilidad. 

El consejo final que se da desde Fundación MAPFRE es que para maximizar la rentabilidad y la seguridad lo mejor que podemos hacer es invertir a largo plazo y diversificar al máximo nuestra cartera. 

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Este contenido ha sido desarrollado por Content Factory, la unidad de contenidos de marca de Vocento, con Fundación MAPFRE. En su elaboración no ha intervenido la redacción de este medio.