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Marcos Lago tiene solo 26 años, pero conoce las viñas como la palma de su mano. Forma parte de su legado familiar, con su abuelo ya dedicándose a este mundo, seguido de sus padres y ahora él. «Yo he seguido con la tradición y la labor que hacemos en la familia», relata orgulloso de sus raíces, aunque reconoce que la forma de trabajar ha cambiado con el paso de los años. «Provengo de una familia muy humilde, mi abuelo trabajaba para otras personas, mi padre ya pudo tener algunas tierras y yo sigo trabajando esas tierras más arrendamientos de gente que ya no tiene la capacidad de llevarlas», asegura.
En ello ha intervenido el Banco de Tierras del Bierzo, un servicio que ofrece el Consejo Comarcal del Bierzo, que le ha ayudado en todas las gestiones, desde la mediación para conocer a los propietarios de terrenos que iban a quedar abandonados, hasta la gestión a la hora de hacer el contrato de arrendamiento «para que esté todo correctamente elaborado, las estipulaciones y que ambas partes tengan una garantía, una legalidad». Y aunque todo esto siempre se ha llevado por «el boca a boca», en la actualidad «es necesario tener una seguridad legal por detrás y que aparezca un organismo que te solucione estas papeletas es muy útil».
Marcos tiene hoy en día unas 10 hectáreas de viñedo. Las tiene repartidas entre tres municipios -Toral de los Vados, Cacabelos y Villafranca del Bierzo-, debido al minifundio que caracteriza a la comarca berciana. Ahí, este joven viticultor cree que el agricultor profesional «que tiene terreno junto tiene un privilegio muy grande porque más del 75 por ciento del terreno aquí en el Bierzo está separado en fincas pequeñas de menos de una hectárea, por lo que hacer terrenos grandes para conseguir mayor rentabilidad es bastante complejo».
Pero también ve el lado positivo en tener sus explotaciones en tres términos municipales diferentes, ya que si graniza o hiela en primavera «igual puedes librar una parte al no tener todo focalizado en una misma parcela y al tenerlo más repartido variamos un poco más lo que puede ser la diferenciación dentro de la uva en cuanto a la calidad como al estado de salud que pueda llevar, el poder librar más kilos porque los tienes separados».
Con 10 hectáreas, Marcos quiere ampliar explotación, intentar llegar a las 12, para lo que es necesario una reestructuración del viñedo, en su mayoría centenario «que está de salud viniéndose abajo». Por ello, cree que para poder garantizar una producción futura «estamos afrontando una época de reestructuración y están habiendo cambios en lo que es el campo en sí». Algo que para los arrendatarios no es fácil porque «tengo que ponerme de acuerdo con los arrendadores a la hora de cómo reestructurar los viñedos y tratar de hacer explotaciones de más rentabilidad y mayor dimensión porque es lo que te marca al final la cosecha».
Sus viñedos están en los alrededores de una zona históricamente muy buena, la de Castroventosa, y el 75 por ciento de ellos son centenarios, registrados de 1890 y 1910, aunque también cuenta con algunos más nuevos. Marcos Lago trabaja el 80 por ciento de su viñedo en vaso, que se corresponde con tinto, principalmente mencía, y el resto, que es el más nuevo, es blanco, aunque le gustaría cambiar esos equilibrios y por ello está plantando variedades blancas. «Tengo espalderas» y así su producción va creciendo, «porque son las plantaciones que hice hace dos años y a medida que vaya pasando el tiempo tendremos la viña en producción». El año pasado superó los 90.000 kilos de uva.
Pero lo principal para este joven viticultor es mantener ese viñedo centenario a largo plazo «porque me parece un patrimonio muy valioso que hay que tratar de luchar para que no se pierda». Ahí entraría en juego el relevo generacional que Marcos cree que no se está dando al nivel que se esperaba. «Hay mucha baja de explotaciones agrarias, de personas que llevan en la labor durante años y no hay ese relevo generacional, es una situación compleja, a mi me ofrecen tierras muchos señores que no tienen quien se las trabaje pero yo también tengo una capacidad de trabajo limitada, no puedo estirarme más de lo que puedo hacer», asegura.
En ese sentido, cuenta que él solo hace todo el trabajo en la viña, con alguna contratación en la época de vendimia, pero sus conocimientos, aprendidos casi desde la cuna, le llevan a no tener que depender de nadie. «Soy conocedor, sé los procesos que se llevan a cabo dentro de la viña y lo que tengo que hacer, lo que toca es responsabilizarse y sacar el trabajo adelante», mantiene.
Una labor que desarrolla en algunas parcelas que no son suyas, que tiene en calidad de arrendatario, pero con opción a compra, algo que se plantea hacer «pero con medida, porque la situación financiera no es fácil».
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