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Después de terminar la carrera de Biología en la Universidad de León, el ponferradino Marcos Vecín no tenía claro qué pasos seguir a continuación. Suecia, León y el Bierzo fueron pruebas hasta que, decidido, quiso viajar por Latinoamérica. Comenzó su periplo en Bolivia, donde llegó con la intención de quedarse 15 días «y acabé quedándome como un año y medio».
En ese entonces tenía claro que quería desarrollar su carrera como biólogo y aterrizó en un resort «que tenía una parte muy importante de Biología, de hecho después se convirtió en un centro de custodia de animales que estaban en recuperación y me dieron la posibilidad de participar en proyectos, incluso en proyectos que podía desarrollar allí. Hicimos el primer centro de recuperación de Bolivia, también asesoramos al Gobierno en una ley de tenencia de animales de salvajes, la primera que se hizo en el país sobre eso, y también hicimos el primer museo de la evolución biológica».
Ya bastante asentado en el país andino, el destino tenía preparada otra aventura para este berciano, con un trabajo «al que no se puede decir que no». Así que cogió las maletas, se despidió de sus amigos y de su novia y tomó rumbo a África para convertirse en guía de safaris. Pero antes cumplió con su plan inicial de recorrer América Latina. «En un mes y medio fui a Perú, Argentina, la Patagonia, llegué hasta Ushuaia y subí hasta Montevideo, bajé a Buenos Aires y me vine para España y luego ya me fui a África pero siempre con Bolivia en la cabeza», relata.
Así, durante cuatro años estuvo viviendo 4 o 5 meses en Kenia y Tanzania, después uno o dos en España y el resto en el país andino hasta que decidió volver definitivamente, en concreto a Santa Cruz, una ciudad muy tropical, con 400 metros de altura sobre el nivel del mar, «pujante, donde suceden más cosas nuevas, donde entran las tendencias de forma más fácil».
Allí creó una empresa de turismo con una socia pero, por desgracia no salió adelante y «perdí toda la inversión que había hecho, quedándome únicamente con unos fondos de emergencia». Fue entonces cuando se planteó marcharse del país pero su vida volvió a dar un giro de 180 grados. «Me encontré con un amigo, le dije que hacía comedia, algo que ya hacía en mi época universitaria, y me comentó que estaba a punto de abrir un espacio de teatro y que querían algo así, porque en ese entonces casi nadie hacía monólogos en Bolivia», explica.
Se presentó, hizo su monólogo «y me fue bastante bien porque me llamaron para integrar un grupo de comediantes, después para ir a un programa de televisión, después para una publicidad, para una obra de teatro y así hasta ahora».
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En la actualidad, Marcos Vecín se dedica a monólogos de comedia, teatro y publicidad y «como tengo un perfil ni lo suficientemente extranjero ni lo suficientemente boliviano, pues soy bastante interesante para publicidad, aunque siempre hago de padre», asegura entre risas. Además, cree que cuenta con un «as en la manga que a veces juega a favor pero otras en contra» y es que el único actor y comediante español en Bolivia. «Hice un largometraje que se llama El novio de la muerte, que es sobre un jesuita español que mataron en Bolivia, entonces yo interpretaba a su sobrino que iba a hacer un documental y claro, buscaban un español, no fue un casting difícil», afirma con humor.
A pesar de todo, Marcos reconoce que es un sector difícil, «donde hay mucha competencia» y con «la crisis fastidiada que se viene en Bolivia, malvivo», por lo que no descarta explorar otros países de Latinoamérica, como por ejemplo Perú o México, donde existe un mercado audiovisual importante. Aún así, su casa desde hace 17 años le sigue tirando mucho, «no estoy seguro de por qué, quizás porque siempre que tengo un plan, Bolivia me sorprende con algo mucho mejor».
Al igual que todo evoluciona, también lo ha hecho el mundo de la comedia, «ya no se puede hacer comedia como antes, que te presentabas a un concurso, ganabas el concurso, te daban la posibilidad de aparecer en la tele, aparecías en la tele, después presentabas un programa, después aparecías en una comedia de situación y ya llegabas a tu techo laboral. Ahora no, ahora es todo creación de contenido, redes sociales, en televisión es raro aparecer y que te vaya muy bien».
Y en ello está, explorando la vía de TikTok, donde cuenta con un perfil con 31.000 seguidores y algunos vídeos «que no se han vuelto virales pero sí con bastantes visualizaciones». «Lo llamo el emputado, que en Bolivia es enfadarse contra algo que no tiene remedio, y como aquí muchas cosas no tienen remedio y mucha gente se enfada, es como un sentimiento nacional el empute, entonces mis vídeos empiezan así, de repente los bolivianos ven a un extranjero que se emputa de las mismas cosas que ellos y les resulta muy gracioso», comenta.
Este berciano afincado en Santa Cruz no se ve volviendo a España a corto plazo, aunque dentro de muchos años, «si me va muy bien en el mundo de la actuación, si me gustaría». Lo que tiene claro es que Ponferrada sería muy complicado, «no hay como, no hay mercado».
Hasta que llegue ese momento sacia esa morriña regresando a casa cada año, «lo he logrado todos excepto durante la pandemia, que estuve sin venir un año y 8 meses» y luego llevándose un trocito del Bierzo con él a Bolivia. «En mi maleta no puede faltar cecina, una o dos botellas de vino del Bierzo y queso. Alguna vez he llevado botillo pero es arriesgado porque te lo pueden quitar», concluye.
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