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El sonidos de los helicópteros cargados de agua que no cesan de surcar el cielo que separa La Maragatería del Bierzo pone banda sonora a uno de los días más trágicos para las comarcas. En el valle tranquilo, verde y soleado, las llamas se abrían paso la tarde del lunes 15 de septiembre. Y su avance era imparable.
El incendio de Brañuelas que ha calcinado ya más de 450 hectáreas se ha convertido en el segundo más grave de la provincia este verano. Aunque los equipos de extinción trabajaban incansables durante la noche y lograban controlar la cabeza del incendio, los flancos derecho e izquierdo y la complicada orografía de la zona impedían dar por controlado el foco.
Rápidamente se activaba el nivel dos de alerta y se tomaba la decisión de confinar los pueblos de Tremor de Abajo y Almagarinos por la proximidad de las llamas.
La carretera que discurre paralela al río que da nombre a la zona y conecta ambos pueblos está cortada. Una patrulla de la guardia civil permite el acceso al coche de Leonoticias para acceder a Tremor de Abajo.
El silencio, sólo roto por el sonido incesante de los helicópteros y los coches de la UME y Guardia Civil, es abrumador. El humo que durante la noche cubría las calles ya ha desaparecido, pero la sensación de pueblo fantasma es patente.
Timbrando de puerta en puerta logramos hablar con algunos de los cerca de 20 vecinos que viven en el pequeño y coqueto pueblo berciano.
Una de ellas es Estrella Álvarez que reconoce haber pasado mucho miedo. «Anoche lo pasé fatal, fue horrible», recuerda, al revivir el momento en el que convocaron en la plaza a los vecinos con ropa de abrigo por si había que evacuar.
El control de las llamas permitió que finalmente se optara por el confinamiento, pidiendo a los vecinos que nos salieran del pueblo y, en la medida de lo posible, de casa. Sólo la panadera y algunos medios de comunicación han podido entrar y salir.
Confían en el trabajo de los servicios de extinción, pero recuerdan cómo las llamas se llegaron a acercar peligrosamente. «Veníamos de Ponferrada y mi hijo me dijo: 'mira, mamá, hay fuego cerca del pueblo'. Yo no me lo creía pero sí, se veían las llamas y el humo muy cerca. Fue horrible» recuerda Estrella, todavía algo nerviosa y pidiendo que todo quede «como un mal recuerdo».
En la otra cara de la moneda vecinas como Celsa Blanco, que asegura que «en ningún momento» pasó miedo más allá de la preocupación por las vacas. Lo hace recordando cómo hace años incendios similares o más graves asolaron el valle. «De aquella no había lo que hay ahora, lo apagábamos los vecinos con calderos».
Pide que los esfuerzos y la «parafernalia» se concentre en invierno, cuando se deben «limpiar los caminos y desbrozar para que esto no pase».
Encontramos en su casa a Enrique González, pedáneo de Tremor. Ya acostumbrado al sonido de los helicópteros, asegura estar «más tranquilo» después de la noche del lunes. «Estábamos preocupados porque venía hacia el pueblo, pero lo controlaron y pudimos ir a casa y ahora sin problema ninguno».
Como un ruido blanco, el sonido de los helicópteros sigue, y los vecinos esperan que cuanto antes las llamas se apaguen para que lo único que escuchen vuelva a ser el correr tranquilo y sereno del río Tremor.
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