San Ignacio, las campanas de la discordia: «Es tradición, no sé por qué molestan»
Vecinos de la avenida de Compostilla valoran la sentencia que obliga a la Diócesis de Astorga a silenciar los carillones de la iglesia de San Ignacio y a ajustar el volumen de su sonido a los límites que establece la Ley de Ruido
«Es una tradición española de siempre yo no sé por qué ahora a la gente le molesta». José Manuel Caballero vive en una de las calles situadas en el entorno de la iglesia de San Ignacio de Ponferrada y ni entiende ni comparte la polémica que se ha generado con el tañir de las campanas del templo.
A raíz de la denuncia de un vecino el Juzgado de Primera Instancia e Instrucción de Astorga ha condenado a la Diócesis de Astorga a silenciar las campanas de este templo y a ajustar el volumen de su sonido a los límites que establece la Ley de Ruido. Además, deberá pagar mil euros al denunciante como indemnización por los daños morales causados debido al estrés provocado por el ruido.
La decisión judicial, comunicada a las partes y que es recurrible, considera que el tañir de los carillones del templo de la capital berciana supera los límites establecidos por la legislación sobre el ruido y la condena a que cese su actividad, según informó El Confidencial. Todo ello en base los informes acústicos y las mediciones que se han realizado en el domicilio del denunciante que demuestran que el sonido de los carillones supera los límites legales.
Campanas sí, campanas no. La polémica está servida con una noticia que ha corrido como la pólvora en la ciudad y se ha convertido en la comidilla en la calle en los últimos días. También en el entorno de la avenida de Compostilla, el espacio donde se ubica la emblemática iglesia nacida en los años de La Ciudad del Dólar, tras conocer una sentencia que ha generado controversia entre los vecinos, con reacciones de todo tipo.
Caballlero es vecino del barrio desde hace 30 años y lo tiene claro: «Me gusta que toquen las campanas y que anuncien todo». Mientras pasea junto al templo hace una parada para explicar que «tocan cuando hay muertos y para las misas, dos veces, media hora antes y también tocan a las horas y los cuartos». Asegura que el tañir de las campanas de la iglesia de San Ignacio «no me molesta en absoluto» porque para él «es un sonido que me gusta y me parece muy bien». Entiende que es una forma de «estar informado y de que el barrio tenga más vida».
Sergio Rodríguez y Noelia López caminan con su perro por la calle a los pies del templo. Ambos residen en la zona y no permanecen ajenos a la controversia generada por el repique de las campanas de la iglesia de San Ignacio. Él asegura que «particularmente no me molesta», pero no le extraña que si a alguien sí haya recurrido al juzgado para que se tomen medidas. «No me parece exagerado, entiendo que haya gente a la que le puede molestar», dice.
«Como si se acabara el mundo»
En este sentido, Rodríguez destaca especialmente el estruendo que se produce con el repique de las campanas cuando llegan las 19:00 horas. «A las siete de la tarde tocan quince minutos las campanas como si se fuera a acabar el mundo y hacen mucho ruido», destaca. «A mi no me molesta», insiste, pero entiende que «igual a alguien de algún edificio que pueda estar en una mala situación le molesta mucho». Tiene claro que la Ley de Ruido deben cumplirla no solo los vecinos sino también la Iglesia. «Igual que yo si hago ruido me pueden denunciar pues que denuncien a la Iglesia me parece genial, si hacen mucho ruido también tendrán que ajustarse a las leyes como los demás», apunta.

Por su parte, Noelia López reconoce que se sorprendió cuando leyó la noticia. «No pensé que pudieses denunciar eso, pero bueno, cada uno tiene su caso particular». En su caso, asegura que «no me molestan las campanas porque me he acostumbrado» pero entiende que «si alguien tiene unos horarios distintos a lo normal o está pasando una mala época y el ruido le afecta haya podido denunciar, pero a mi personalmente no porque en las iglesias se tocan las campanas».
En una tarde en la que el sol se quiere abrir paso entre las nubes que amenazan pero que invita al paseo, Elena García hace lo propio junto a dos amigas. Lleva 12 años viviendo en una calle aledaña a la iglesia de San Ignacio y asegura que «nunca me han molestado las campanas». Es más, es que «no oigo para nada las campanas», insiste, «ni el domingo que puede ser cuando hacen más ruido pero, a ver, que son diez minutos y no le doy importancia». A pesar de ello, respeta la decisión del denunciante. «Si a él le molesta y si el ruido pasa los decibelios él sabrá, pero yo desde luego vivo aquí mismo en este portal y a mí no me molestan nada», remarca.
«Igual que el que va al campo y le molesta el gallo»
A su lado Ana García es rotunda: «Eso es igual que el que va al campo y dice que le molesta que el gallo cante». No obstante, asegura que la sentencia no le parece exagerada porque «si tiene más decibelios pues que lo ponga en lo normal, que no sobrepase, pero molestar... eso depende igual de si el piso no lo tiene bien insonorizado entonces igual sí».
El toque manual tradicional de campanas es una forma de lenguaje que ha sido reconocido como Patrimonio Inmaterial por la Unesco. «Marca el ritmo de los días de las comunidades, especialmente durante eventos locales y fiestas religiosas. Está vinculado al sentido de identidad, historia y emociones compartidas de las comunidades y se percibe como un medio para promover el diálogo intergeneracional e intercultural», recoge la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura.
Más allá de los vecinos, este periódico ha intentando también recabar la opinión del párroco de San Ignacio, José Antonio Prieto, que se muestra prudente y no quiere decir nada hasta que la sentencia sea firme.
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