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«En Ponferrada en un edificio de diez plantas vas a encontrarte con más de una mujer que algo sabe coser». Fue lo que animó a la conocida y reconocida diseñadora berciana Silvia Fernández a decidir que su marca echara raíces en El Bierzo.
Costurera antes que diseñadora, ama la costura, la moda nupcial y las puntadas de su atelier llegan a todo el mundo: Nueva York, Miami o Riad (Arabia Saudita). Sus diseños ya se lucen en las principales alfombras rojas por destadas actrices e influencers. Nombres como Elsa Pataky, Lidia Bedman, Paula Echevarría o Virginia Troconis, entre otras, se suman a la larga lista de mujeres que han portado sus prendas de pura artesanía.
Para seguir adelante en este camino, ya ascendente y sin retorno, Silvia Fernández vuelve a apostar por su tierra, como ha hecho desde siempre, para dignificar el oficio de costurera y evitar que se extinga. Todo ello formando a mano de obra cualificada con la idea de abrir su propia bolsa de trabajo.
Es aquí donde 18 mujeres, de 26 a 60 años, buscan su oportunidad. Su sueño: trabajar para la diseñadora en su atelier situado en el número 26 de la calle Camino de Santiago de la capital berciana. El mismo espacio en el que ahora están dando sus primeros pasos en la confección de moda nupcial, que ama y mucho Silvia Fernández, una de las mejores embajadoras del sector que tiene nuestro país. Ellas están aprendiendo a coser profesionalmente «y podrían integrarse, después de un tiempo, para confeccionar ellas solas una prenda», apunta la diseñadora.
El curso está organizado junto a la concejalía de Comercio y con la colaboración de la ́Fundación para el Anclaje Empresarial y la Formación para el Empleo de la Junt́a, a través de los Fondos Europeos de Transición Justa. El 80% de las participantes son mujeres, al igual que el 95% de su plantilla que cuenta con un horario adaptado para facilitar la conciliación de la vida laboral y familiar.
Todas ellas tiene nociones de costura y los profesores son también parte del equipo de la diseñadora, que se encargan de impartir las clases de patrón, corte y confección industrial. A ellos se une el departamento de Acabados, para enseñarles a coser a mano. «Al final alguna tendrá alguna habilidad dentro de todo esto y dentro de las cosas positivas que tengan ellas innatas intentamos desarrollarlas en lo es un puesto de trabajo», explica Silvia Fernández.
María Losada es la más joven, tiene tan solo 26 años. Después de estudiar Diseño y Moda en Málaga volvió a su ciudad natal y ve el curso como una oportunidad. «Es el único sitio de Ponferrada donde se puede trabajar de esto y lo hago para intentar quedarme», señala. No conocía la moda nupcial y «me parece interesante porque aprendes mucho y te dan muchas herramientas, porque es todo muy elaborado», explica. Le parece tan bonito como arriesgado que la marca «apueste por dar trabajo en la ciudad».
Cerca de María, Merche Mereles trabaja con la máquina aplicando los conocimientos aprendidos para poder coser cremalleras de forma invisible. Para ella formar parte de este curso es un sueño, el mismo que sería trabajar en el atelier de la diseñadora berciana. «¿Quién no sueña con Silvia Fernández?», apunta mientras esboza una sonrisa. Es de origen paraguayo pero hace 20 años que está afincada en España y siguió a su marido ponferradino hasta la capital berciana donde reside. Cuenta que su madre cosía, su tía era modista y ella heredó el gusto por dar vida a los hilos y las telas. «Era curiosina me sentaba a su lado y veía como cosía», explica. Asegura que nunca se ha dedicado a ello profesionalmente pero sí que siempre ha mantenido su gusto por la costura. «Siempre voy a atelier de costura y me apunto donde hay cursos».
Yecci Mar es de Venezuela, tiene 29 años, y vive desde hace más de un año en Ponferrada. Desde pequeña se crió con una tía que tenía un taller «y me metía a escondidas entre las máquinas». Siempre tuvo mucha curiosidad por la costura y aunque no tuvo la oportunidad ahora, dentro del ateliar de Silvia Fernández, quiere aprovecharla. «Estoy encantada de estar aquí, es una alegría porque no me imaginaba sentarme otra vez en una máquina a estas alturas y fuera de mi país».
Con 49 años Natalia Oliveira cuenta que fue con 15 cuando quiso aprender el oficio de modista pero no terminó la titulación. Para ella es su segunda experiencia con Silvia Fernández donde ya completó el curso de técnico de corte. «Me gusta muchísimo y si puedo trabajar en ello porqué no», asevera. Todo ello después de contraer matrimonio el año pasado con un diseño de Silvia Fernández donde encontró lo que buscaba.
Como profesora, Delia Carrera, se encarga de impartir las clases de corte y confección y valora especialmente las ganas que muestran cada día en el atelier las futuras modistas. «Están muy ilusionadas, saben poquito pero estan aprendiendo con mucha ilusión ya saben poner cremalleras invisibles y un montón de cosas, van poco a poco, cada una de ellas tienen un reto y lo están cumpliendo», indica.
Marina López es la primera modista que tuvo Silvia Fernández. «La primera llamada fue a ella, para mi era la mejor modista que había en Ponferrada», resalta la diseñadora. Se conocían del gremio y Marina aún se emociona al recordarlo. Reconoce que para ella es «una satisfacción que salga gente preparada y ayudar a lo que se pueda». Lamenta que «quedan pocas modistas, la gente no cose, y la poca que cose haciendo sus cosillas, nada más». Una situación que evidencia la necesidad de dignificar la profesión de costurera.
«Si algo no está valorado no lo pones en valor y la gente aunque ame hacerlo lo utilizan para su día a día pero no a nivel profesional hasta que entra una empresa en la que hay un convenio y se profesionaliza, entonces ahí le estás dando un valor que lo que hace es que sí que haya gente que le genere un interés el aprender o el no perder lo que ya sabía», asevera Silvia Fernández. Buena prueba de ello es que más del doble de la gente que ha entrado en el curso se ha quedado fuera, lo que supone para ella «un orgullo, porque la gente le da valor a nuestro trabajo».
Y más orgullo aún para la diseñadora berciana, pionera en el sector textil en Castilla y León, es ennoblecer el oficio de costurera. Un propósito que lleva por bandera y en el que trabaja cada día. «Espero conseguirlo aunque ya lo estamos haciendo, hay mujeres del mundo de la costura que se van a jubilar con nosotros», indica. Todo ello gracias a que «se valora lo que estamos haciendo, porque lo que ha hecho famosa a la marca es que la gente que entiende de costura comprende la artesanía con la que lo hacemos».
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