

Así es pasar la noche en el tercer monasterio más grande de España
Conocido como el Escorial asturiano, el Parador de Corias se encuentra en un paraje natural majestuoso donde redescubrir la naturaleza y disfrutar de un remanso de paz con más de mil años de historia


A poco más de una hora en coche de Oviedo, en el interior del Principado de Asturias, se esconde una pequeña parroquia edénica donde el bosque y la montaña se convierten en un refugio de calma total y absoluta desconexión. Corias pertenece al concejo de Cangas del Narcea. Alberga una naturaleza prodigiosa, propia del paisaje alpino, y una relación con el viñedo que decimos, por su cultivo, heroica. Allí, durante la Edad Media, se levantó uno de los monasterios más grandes de España (el tercero). El Parador de Corias oculta una vida de recogimiento pacífico semejante a la de los monjes que lo habitaron, con todas las comodidades del presente, como el spa o la piscina climatizada.
Daniel González es el director de este alojamiento con una historia milenaria. Él incide en el carácter imponente del edificio: “La experiencia es excepcional. Muchos clientes que también han visitado conventos o monasterios se sorprenden por su tamaño, su sobriedad y por los detalles”. Daniel explica que la entrada “es un homenaje a la historia minera”, pues los pasillos están pintados de un negro elegante y la iluminación, tenue, nos evoca los recuerdos de la vida del carbón. A eso hay que añadir la vagoneta de la entrada. Uno no puede ir sin conocer un detalle que hace al Parador un lugar verdaderamente único. Los clientes comparten espacio con los monjes dominicos, que se encargan de mantener abierta la iglesia al culto.

La historia del monasterio de San Juan Bautista de Corias está unida a los condes Piñolo Jiménez y Alonza Muñoz, quienes lo fundaron en el siglo XI. Lo más interesante es ir contrastando el desarrollo histórico con las leyendas que se cuentan sobre él. Daniel González explica: “Dice la leyenda que los condes tuvieron cuatro hijos, pero ninguno sobrevivió. Entonces, Dios se les presentó en sueños para que edificaran el monasterio, y así lo hicieron”. Por eso, dentro de la iglesia aneja, en la parte superior, encontramos las figuras de cuatro niños. Es cierto, sin embargo, que la zona se convirtió en un punto comercial muy relevante y la edificación podría haber servido para afianzar el poder de los condes. Entre sus diversos usos, ha sido Estudio General de la Orden de dominicos hasta los años 30 del siglo pasado, Escuela Apostólica o Instituto Laboral.

El Parador de Corias es un pequeño museo arqueológico, cuya visita es una obligación. En el sótano se hallan los restos de la iglesia previa al monasterio. “Antes de que finalizara la construcción, agotaron todas las canteras y se vieron obligados a terminarlo utilizando las piedras de la iglesia”, cuenta Daniel. En este espacio el pasado cobra vida y uno puede viajar en el tiempo, conocer la historia y descubrir sus secretos, como el sarcófago que apareció durante la excavación, los restos de la iglesia fundacional o unas maquetas que ilustran la evolución arquitectónica del edificio. Como no puede ser de otra manera, el alojamiento ofrece una visita guiada en la que se explican los detalles que aquí sólo podemos apuntar para no arruinar la experiencia.
“Más tarde —prosigue Daniel—, en el siglo XVIII sufrió un incendio en el que únicamente se salvaron la iglesia, la sacristía y la biblioteca, por lo que se acometió una reconstrucción, a cargo del arquitecto Ventura Rodríguez, de estilo neoclásico, que le granjeó el sobrenombre de el ‘Escorial Asturiano’”. No es baladí, pues Rodríguez fue el artífice de las madrileñas fuentes de Cibeles y de Neptuno o la Real Casa de Correos. En 1982 se declaró como Bien de Interés Cultural y fue en 2013 cuando el Parador abrió sus puertas por primera vez.
Las recomendaciones de los que más saben...

AYUDANTE DE CAMARERA
Vanesa Martínez
Trabajadora en el parador de Corias

GOBERNANTA
Rosana Bobes
Trabajadora en el parador de Corias

AYUDANTE DE RECEPCIÓN
Aldara Asenjo
Trabajadora en el parador de Corias
Este alojamiento, en medio de la naturaleza, es un refugio para la vida. La biblioteca, que contiene 7.000 ejemplares y es la mayor de la red de Paradores, es el rincón idóneo para aquellos amantes de los libros, de la tranquilidad y de la elegancia. “Nadie que pase por delante puede resistirse a entrar”, afirma Daniel. No sólo el fondo y la decoración son relevantes, sino que la instalación del artista portugués Rui Macedo, invita a la reflexión y a la experiencia estética. Cabinet de Curiosites es el título de los 31 lienzos ‘vacíos’ en los que los nombres de los pintores más importantes de la historia del arte cobran el verdadero protagonismo. ¿Alguna vez se han preguntado qué significa pensar en el nombre de Poussin, Monet, o Manet?
Tampoco pasan inadvertidos el spa y la piscina climatizada, excavados bajo las ruinas originales del edificio. ¿Cuál es la mejor forma de disfrutar de este lugar tan especial? Daniel está convencido: “El fin de semana perfecto se distribuye entre el descanso y la exploración. Naturaleza por la mañana, a través de las rutas que atraviesan los bosques, y relax en el spa o en la biblioteca, por la tarde. Por último, una cena en el restaurante del Parador”. Tomar un refresco en el claustro, frente al bosque asturiano que preside el centro, parece obra de un encantamiento del que nunca querríamos salir.
Entre las incontables cualidades de este alojamiento hay una muy especial, y se trata de todas las actividades que auspicia el Parador de Corias. Hay talleres de cerámica, visitas a colmenas, catas en bodegas o avistamiento de osos. Sí, uno puede ir al encuentro de los osos que pueblan los bosques y vivir una experiencia impresionante. “Es la actividad que más me sorprende. Es completamente segura y se hace con guías expertos a más de 100 metros de distancia”, señala Daniel. Asegura que “ver a los osos en libertad es una experiencia inolvidable”. Cabe destacar que Asturias es uno de los territorios fundamentales en la recuperación del oso pardo ibérico, y Corias permite aproximarse a ellos desde el respeto y la educación ambiental”. Estas actividades forman parte del programa de Paradores Naturaleza para los Sentidos, una iniciativa que propone experiencias en la naturaleza a la vez que dinamiza las zonas en las que se ubica, multiplicando las oportunidades de desarrollo y devolviéndole el valor a la naturaleza, a la historia y la cultura.

De bosques, rutas y pueblos del occidente asturiano
El entorno de Corias es esencial para la experiencia: a media hora se encuentra la Reserva de Muniellos, el bosque autóctono mejor conservado y bajo mayor protección de Europa, al que únicamente se permite la entrada a 20 personas al día. Otros senderos, como los del Bosque de Moal, también nos ofrecen la exuberancia del suroeste asturiano. En Corias hay rutas de senderismo para todos los niveles.
La Ruta al Pico Santa Ana es relativamente suave y apta para aficionados casuales. Desde arriba, pueden verse Corias y la población de Cangas del Narcea. La GR-203 es un trayecto de media montaña que se conoce como “Por donde camina el oso”, que se interna 21 kilómetros entre bosques de robles, hayas, y restos mineros romanos. La Ruta del Alto del Acebo es un reto para los más experimentados. Este camino abarca 22 kilómetros y más de mil metros de desnivel. Las vistas, lógicamente, se ajustan a las exigencias para recorrerlo.
La naturaleza también se acompaña de pueblos que son como diamantes escondidos. Belluso, por ejemplo, es el pueblo natal del dramaturgo Alejandro Casona. Destacan los caserones de piedra y los talleres de cerámica, o madera, así como recorridos a través de la vida tradicional de la montaña Es una pequeña localidad considerada una de las más bonitas de Asturias. Larna, a 17 kilómetros de Corias, es un punto agrícola que atraviesa el río Narcea. Los molinos y su iglesia románica lo convierten en un cuadro atemporal.

La iglesia de San Juan Bautista de Corias
La iglesia aneja al Parador de Corias es el epítome del barroco asturiano. Se construyó entre 1593 y 1808. Tuvo la suerte de sobrevivir al incendio que devastó el monasterio. Su fachada se compone de dos cuerpos y cuenta con pilastras toscanas. La sobriedad herreriana se combina con la imponencia del campanario. Merece la pena caminar un poco y encontrar uno de los puntos altos desde los que contemplar todo el edificio.
El interior, en opinión de quien esto escribe, es lo más impactante. Su retablo, también barroco, es obra del escultor asturiano José Bernardo de la Meana. Todos los ornamentos cuentan una historia, como la leyenda de la fundación. Hay varios datos muy relevantes. Uno es que lleva más de mil años abierta al culto, y el otro es la imagen del Cristo con corona regia en lugar de la habitual corona de espinas. A los pies de su figura hay una calavera que, según dicen, servía para exorcizar a los niños. Quienes aprecien la historia, la arquitectura o la religión sentirán la belleza en cada esquina de esta iglesia milenaria.
Allí ocurrió uno de los eventos más exclusivos que organiza la red de Paradores. Víctor Manuel dio un concierto para unos pocos afortunados enmarcado en “Caprichos musicales”, conciertos únicos con aforo limitado para los melómanos más fervientes.
Hoy comemos…

Asturias, como otros lugares, ‘sufre’ el éxito de sus platos más emblemáticos, pero reducir el Principado, gastronómicamente hablando, a la fabada o a la sidra es un error; sería análogo a reducir Andalucía a los espetos de sardina y al vino de jerez. En el Parador de Corias el plato estrella es el pote asturiano, que harán bien en distinguir de la fabada. Tanto en la filosofía como en la gastronomía, la verdad está en los matices. Juan José Antón es un palentino que ha desentrañado tres virtudes inexcusables de la cocina: las salsas, el guiso y la tarta de queso.
Juan José explica que su familia tenía un mesón en el que ayudaba desde pequeño. Él cuenta: “Con 13 o 14 años ya andaba detrás de la barra y con 16 pasé a la cocina”. Este joven de 36 años ha vivido la cocina tradicional desde que era niño. En su caso, fue su tía quien le enseñó los aspectos básicos de la cocina: “La base son los platos de cuchara que mi tía me enseñó”. Cuando entró en Paradores confiesa que fue “el momento en el que más aprendí de mi vida como cocinero de verdad”.
La carta es ajustada y tiene la mirada puesta en este territorio. Para empezar, la selección de quesos asturianos se presenta como un recorrido de intensidad que hemos de ir combinando con arándanos, nueces y picos. La joya, sin embargo, es el pote asturiano, que representa un rasgo de identidad culinaria. Este guiso de berzas y patatas, con fabes, caldo del compango y morcilla, chorizos, tocino y lacón, es el emblema del concejo. “Es un plato que gusta mucho y es algo más ligero que la fabada”, comenta. El pote es la tradición pura, el sabor y el placer. La cuchara atesora una realidad incuestionable: acoge el alma de un saber ancestral.
La otra gran propuesta es el solomillo de ciervo con salsa de frutos rojos, compota de manzana y dulce de membrillo, y setas. Es la combinación perfecta entre la fuerza del sabor de la caza y el frescor de la fruta. En primer lugar se enmarca entero, luego se lamina y, por último, se le da el punto a la carne. En este paraje asturiano el pescado tampoco es ajeno, y la corvina resulta ser un ejemplo de delicadeza y manejo de la temperatura.
En un mundo en el que vemos con más frecuencia, en distintos lugares, “la mejor tarta de queso”, uno puede afirmar que hay que internarse en Asturias para conseguirla. El toque de Campo Astur de leche ecológica consigue ese aroma especial, pero no excesivo. Juan José señala: “He conseguido la cremosidad ideal y el punto fuerte que le da gracia”.
Para concluir hay que consignar que Corias es una zona vinícola que cuenta con su propia denominación de origen protegida. En esta parroquia se produce la viticultura heroica. Tiene este apelativo porque los viñedos se cultivan en condiciones retadoras. Pendientes pronunciadas, altura, o climas extremos. Esto obliga a que la mayor parte del trabajo se haga de manera manual, y en terrenos pequeños, así como añadas verdaderamente escasas. Un terroir con estas características consigue vinos únicos. Un bon vivant habrá de preguntar por estos vinos en el restaurante y disfrutará de su sabor intenso y su complejidad. Un fenómeno que merece la pena descubrir.