

El hotel donde se encuentran las mejores vistas del Mediterráneo
Conocido como el “amanecer de España” el Parador de Jávea se ubica en un antiguo puerto romano y ofrece terrazas frente al mar, piscina y acceso privado a la playa


Los amaneceres son como los cuadros, hay que acercarse a verlos, a contemplar sus detalles oleosos y cromáticos, con una sutileza que se escapa a las prisas de los tiempos modernos. Para empezar hay que levantarse pronto. Además, esas luces del alba se escapan a los ojos tan fugazmente que si miramos el reloj, algunos de esos tonos violáceos o anaranjados los perderemos para siempre (al menos hasta el día siguiente). En Jávea, provincia de Alicante, se encuentra lo que se puede denominar el “amanecer del Mediterráneo”.
En concreto, desde las terrazas del Parador de Jávea, uno puede perderse, casi mezclarse, con el despertar del día. Su director, Alejandro García Valerio, recuerda el asombro que sintió la primera vez al ver las vistas. “Salir a la terraza de la habitación o del jardín, por la mañana temprano, y mirar cómo sale el sol con el cabo al fondo… a mí me produce una sensación realmente mágica”, explica. Alejandro añade: “En su momento se decía que Jávea era el amanecer de España, yo no sé si es el amanecer de España, pero seguro que es el amanecer del Mediterráneo”. Este redactor puede confirmar que ha visto ese amanecer y ha sentido el cosquilleo voluptuoso que se origina cuando uno puede agarrarse a los momentos efímeros. En el jardín, las buganvillas y palmeras consiguen ese efecto estival con el que perderse y despistarse contemplando cómo pasa la brisa que mece cada una de las hojas.

Es cierto que pocos lugares ofrecen un ‘baño’ tan directo con el mar, unas vistas mágicas y una desconexión del tumulto diario. Para comprenderlo con facilidad podemos acudir a aquellos versos de la canción eterna de Serrat: “A tus atardeceres rojos se acostumbraron mis ojos como el recodo al camino”.

Lógicamente, hay mucho más que lo que entra por los ojos. La piscina, el acceso directo a la playa, la barbacoa y la barra cóctel definen con claridad y exactitud el significado más amplio de la palabra ‘vacaciones’. “Abrimos la barbacoa por las noches y puedes ver al cocinero cómo prepara toda la comida”, comenta Alejandro. “Luego —continúa Alejandro—, al final de una cena especial, hay que parar por la barra para disfrutar de un combinado”. También hay que señalar que es el único Parador con embarcadero propio y que se halla en la playa del Arenal, una de las más importantes de la zona.
El establecimiento abrió sus puertas en 1965, pero hay mucha historia en su ubicación. Donde hoy se encuentran esas habitaciones tan plácidas con vistas al mar, hace siglos se encontraba la factoría romana de salazones. Esta instalación aprovechaba depósitos excavados en la roca, que se comunicaba con el mar para almacenar las vísceras de los pescados y mezclarlos con sal. A esta combinación se le llamaba ‘garum’, una salsa muy utilizada (y valiosa) en la antigua Roma. El ‘garum’ era tan valorado que se envasaba en vasijas y se exportaba por todo el imperio. En el lado izquierdo del Parador pueden verse algunos restos que atestiguan una historia que merece la pena recordar. Los primeros restos acreditan, a su vez, que hubo un puerto de vital importancia para el comercio y el transporte de mercancía (y del propio ‘garum’) durante los siglo I y II d. C.
Las recomendaciones de los que más saben...

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Esa importancia del pasado no es baladí, pues Jávea sufrió durante siglos los ataques de piratas, lo que empujó a sus habitantes a dejar la costa y adentrarse unos kilómetros. Así, levantaron una fortificación que ha preservado el encanto dentro de la localidad, muy bien conservado, por lo que es una visita obligada. Alejandro no duda en recomendarlo: “Perderse por el centro es una maravilla. Además, en fechas como Semana Santa o San Juan siempre hay actividades fantásticas, como mercados o la fiesta de moros y cristianos, para descubrir la historia y la gastronomía del municipio”.
Este mundo de vistas, paz y relax no es ajeno al arte, pues la obra artística que alberga el Parador de Jávea posee una obra fundamental del movimiento Equipo Crónica, que formaron Rafael Solbes y Manolo Valdés. Este grupo inició su revolución en esta localidad alicantina con una visión muy crítica de la realidad social de los años 60. ‘La Factoría y yo’ es la pieza rompedora y colorista que tanto llama la atención en el salón del Parador. Se trata de una pieza de gran formato, serigrafía sobre lienzo, realizada en 1970. En ella se reinterpreta el conocidísimo retrato de Velázquez a Felipe IV con mirada colorista, impregnada de las vivas flores de Warhol, las formas de Lichtenstein y la presencia de los medios de comunicación de masas a través del periódico que porta el soberano.
Quizá fuesen las vistas, el acceso privado al mar o la paz que se respira en cada rincón lo que ha cautivado a tanta gente durante tantos años. Entre los más famosos, destaca uno de los diseñadores españoles más importantes, Cristóbal Balenciaga. El fundador de la casa de moda homónima pasó largas temporadas en otoño y en invierno en el Parador de Jávea.

La belleza fortificada
Las murallas, que datan del siglo XIV que protegían de los ataques piratas aseguraron la preservación de un pueblo con trazado medieval, calles estrechas y empedradas. Recorriendo sus calles encontraremos casitas encaladas. Los amantes de la arquitectura deben saber que, además de las casas blancas, el color dorado de algunos de sus edificios se debe al uso de la ‘piedra tosca’, un tipo de arenisca local que consigue ese efecto tan particular. Tampoco las flores que decoran las fachadas y añaden ese encanto especial.
La Iglesia-Fortaleza de San Bartolomé representa el estilo gótico isabelino valenciano y, además, jugó un papel importante como edificio defensivo. Por la noche, iluminada, adquiere un perfil más imponente. Por su parte, el palacio de Antonio Bañuls alberga el Museo arqueológico y etnográfico Soler Blanco. La edificación, del siglo XVI, es una visita obligada para conocer la historia del municipio, que va desde el paleolítico hasta la defensa frente a los ataques piratas, y recorre la cultura ibérica, romana, o medieval, así como la importante riqueza submarina.
Todo lo anterior demuestra que Jávea y su Parador ofrecen mucho más que sol y playa, pero el sol y la playa son enseñas del lugar. Por eso, merece la pena descubrir sus calas y miradores. Justo frente al Parador, recorriendo el paseo, daremos con el mirador Punta de l’Arenal. Desde ahí se ve toda la playa de l’Arenal y la montaña que, cuando la envuelven las nubes, uno podría pensar en un monte olimpo alicantino. La cala blanca, en cambio, es ese pequeño espacio sereno de aguas cristalinas donde las olas rompen suavemente contra las rocas. Relax, gafas de buceo, crema solar y sombrilla: la felicidad nunca había exigido menos. Hay varias calas más, como la de Granadella, una de las más bonitas de España. Toda la Costa Blanca está trufada de puntos irrepetibles.

Un interior en el que perderse
A pocos minutos de Jávea hay un conjunto de pueblos que viven a la sombra del éxito del mar, pero poseen un aura blanca llena de viveza. Los que más conocen la zona, recomiendan el ‘Vall de Gallinera’. Esta comarca de la Marina Alta engloba varios núcleos urbanos y representa una oportunidad infalible para los amantes de las excursiones y el senderismo. Se trata de una naturaleza agradable, preciosa, que se envuelve en el verdor de los bajos árboles del Mediterráneo.
A tan sólo 10 minutos de Jávea, Jesús el Pobre es un destino para quienes persiguen un paseo tranquilo y les encanta pararse en los puestos de artesanías. Entre Dénia y Jávea, este pueblo posee un convento franciscano fundado en el siglo XVII. De hecho, el nombre de la localidad procede de éste. También muy cerca de Jávea podemos encontrar Gata de Gorgos, un lugar famoso por el trabajo artesano del mimbre. Más allá de las calles estrechas o la Iglesia de San Miguel Arcángel, llama la atención su vida cultural, sobre todo durante sus fiestas.
Mencionar aquí la población de Benitachell es algo tramposo, pues su franja costera y sus maravillosas calas contradicen el título de esta sección, pero el centro urbano de este pueblo está en el interior, muy cerca del Puig Llorença, una montaña que esconde unas vistas espectaculares de toda la zona. Con un pie en el mar y el otro en la naturaleza, es de esos sitios ajenos al ruido turístico.
Hoy comemos…

La costa de Jávea alberga una vida marina decisiva para el surgimiento de una cocina eminentemente ligada a los territorios de Poseidón. Francisco Pagán es el jefe de cocina del Parador de Jávea, donde los pescados y mariscos son los grandes protagonistas. Para él, al igual que para los artistas, “la cocina es una forma de expresión, de hacerme entender; los cocineros somos como los músicos o los cantantes”. El nacimiento de esta pasión está ligado a su abuela, que le ponía una caja de refrescos para que pudiese alcanzar los fogones. Señala que de esa época sigue guardando con mucho cariño recuerdos de los sabores de entonces, de forma que trata de recuperarlos y transmitirlos a los huéspedes. Su trayectoria está marcada por Joaquín Koerper. Junto con este reputado chef, Pagán hizo “muchas cosas bonitas” aprendió mucho y formó parte de “la élite de la cocina”.
“Al final, hacemos lo que hacemos para que se nos entienda y para intentar hacer agradable ese momento de venir a comer”, confiesa. En este Parador, la carta varía por temporada y ofrece toda la riqueza del mar, además, continúa, “nuestro mar nos proporciona productos exclusivos, como la gamba roja, el calamar o la sepia”. “Mi objetivo —añade— es que el cliente se sienta en casa y aprecie la sencillez de estos grandes ingredientes”. Pagán reconoce que su producto fetiche es el pulpo. Lo acreditan sus croquetas de pulpo. Para conseguir el sabor perfecto estuvo un año trabajando, “haciendo pruebas y pruebas”. Es un entrante fundamental que estimula el paladar. La ensaladilla rusa con gambas expresa esa sencillez del hogar con el toque de un director de orquesta.
Aquí, el arroz es un tema de índole superior. “Ante todo, quiero decir que me gusta mucho el arroz valenciano y el alicantino”, comenta en un tono que invita a la concordia. Pero al trabajar en la provincia de Alicante, la balanza se inclina hacia el lado evidente. Las estrellas de la carta son el arroz de rape con chopitos y gamba roja y el arroz del ‘senyoret’. En el primero la capa de arroz es fina, delicadísima, complementada con los chopitos y el rape, y las gamas presiden la paella. El ‘senyoret’ se sirve con unas huevas de sepia y zamburiñas a la plancha que lo convierten en un manjar de banquete. La oportunidad de probar un buen arroz hay que aprovecharla cuantas veces se nos presente. Aunque el mar brille, no domina, pues el arroz con pato es una propuesta extraordinaria, al igual que el arroz vegano, con 12 verduras distintas y en pequeños trozos.
El dulce final pasa por el milhojas con nata y praliné de almendras garrapiñadas decorada con una salsa de pistacho. Es ligero y fresco, no en vano es el favorito de este apasionado chef. La tarta de queso es una alternativa deliciosa, sobre todo por la miel de níspero, que no tiene pérdida. Por último, y no menos dulce, es la tarta sacher con caramelo y frutos rojos.