El graffiti es una de las manifestaciones artísticas más importantes y, por qué no, también controvertidas del siglo XX y XXI. Nació como protesta, como válvula de escape de unos chavales de barrio cuya esperanza de vida se ceñía a las fronteras que marcaban las vías del tren y otros límites más naturales, barrios de la periferia repletos de muros agrietados en los que muchos plasmaban su firma, sus frases de protesta, el rostro de los ídolos a los que rezaban.
No podemos hablar de dos localizaciones para marcar el nacimiento del graffiti sino dos: Philadelphia y el barrio neoyorquino de El Bronx. En Philadelphia fue donde nació el que está considerado padre del graffiti, Darryl McCray, más conocido como Cornbread. Su infancia fue de todo menos cómoda: a los 12 años ya estaba encerrado en un centro penitenciario para jóvenes, el Youth Development Center.
Pan de maíz: un ingrediente inesperado del graffiti
Quedaos con este nombre: Cornbread. Este fue el apodo que le pusieron en la cárcel y que comenzaría a estampar sobre cualquier cosa lisa que tuviera a mano. ¿Por qué le empezaron a llamar ‘Pan de maíz’ (Cornbread en inglés)? Resulta que en prisión el joven McCray echaba de menos esta comida, y día tras día molestaba al cocinero para que lo hiciera. Un día, este lo echó de la cocina gritando que ‘alejasen a aquel ‘pan de maíz’ de su cocina.
Cornbread. Sonaba bien. Un mote utilizado para humillarlo que acabó usando a su favor, estampándolo detrás de una camiseta. Desde aquel momento, la palabra Cornbread aparecía por todos los sitios del recinto. Cuanto más le exigían que lo limpiara, más se negaba. Y cuando en 1967 por fin salió en libertad, cambió el rotulador por el spray. La leyenda había nacido.
Y la leyenda dice que llegó a estampar su firma en el ala del avión de los Jackson Five, mientras estos firmaban, despistados, autógrafos en el aeropuerto. El futuro aún le depararía más giros: mientras vivía en Los Ángeles, le llegaron noticias que el graffiti, en Philadelphia, se había tornado un animal desbocado, sucio, nada tenía que ver con cómo él concebía este arte. Sin dudarlo, volvió a su estado natal para combatirlo a través de la Anti-Graffiti Network en 1984. Pero combatirlo a través de la reeducación de unos chavales que, sin duda, andaban perdidos.
Esta asociación acabaría convirtiéndose, de nuevo en otro giro imprevisto de los acontecimientos, en el Mural Arts Program, una ONG que sigue en activo y que apoya la inclusión a través de la creación artística en murales públicos.
En la actualidad, Cornbread dedica su tiempo a la acción social, contando su experiencia con las drogas y posterior rehabilitación. Sin duda, una persona furiosa y rebelde que apeló a lo más profundo del instinto para convertirse en una figura esencial en su comunidad.
Banksy: instinto puro
Y si hablamos de puro instinto en el mundo del graffiti, no podemos irnos sin nombrar a Banksy. Energía arrolladora y abstracta, nadie saben quién es. O quienes son. O si es hombre o mujer o, sencillamente, no se adhiere a ningún género preestablecido.
Más o menos se calcula que Banksy, cuyo nombre real sería Robin Cunningham, nació, posiblemente, en Bristol a mediados de la década de los 70. El prestigioso periódico The Guardian especula con que el artista (o la artista) comenzó a pintar con 14 años, fue expulsado de la escuela y estuvo en prisión por delitos menores. Su nombre, Robin Cunningham. Según otro periódico, The Sunday Times, se cambió el nombre por el de Robin Banks, que acabaría convirtiéndose en Banksy.
Banksy acabó dejando su impronta en los muros de todo el mundo, con un estilo que ya pertenece, por derecho propio, al imaginario popular. Un arte que denuncia los vicios de la sociedad con un derroche de imaginación desbordante y que ha llegado a influir enormemente en el diseño gráfico.
La figura de Banksy representa más que nunca eso tan abstracto que llamamos instinto, esa energía arrolladora que nos conecta con lo más primitivo a la que quizás deberíamos hacer caso en más de una ocasión. La historia de Cornbread y la de Banksy, como tantos y tantos otros que hicieron caso a la voz de su conciencia, puede ser la tuya. En tu mano está que la realidad que quieras sea fruto de tu instinto.