Disfruta de unos días en el lugar en el que según la leyenda Cristóbal Colón se enamoró
Entre árboles que miran al océano y los caprichos de Cristóbal Colón refulge este paréntesis de tranquilidad, arquitectura colonial y gastronomía canaria
Flamboyán. Manguero. Palmera Canaria. Güira. Araucaria. Espina de Cristo. Adelfa. Yuca. Cica. Laurel de India. Así podríamos seguir hasta completar las 150 especies (una arriba, una abajo) que colman su vergel, exuberante, acogedor, vivificante, pletórico, brutal. Es el lugar en el que hay que estar, experimentar, sentir. Porque este Parador, al contrario que otros de la Red, vive de puertas afuera, como una extensión de la naturaleza que lo circunda, con ese océano Atlántico a sus pies y, a lo lejos, oculto por las montañas, el Parque Nacional Garajonay. “Los jardines son espectaculares, es un oasis de calma, con todas esas variedades de plantas, flores y árboles. Mi rincón favorito es un banquito que mira hacia el Teide, es mi sitio, sobre todo a primera hora del día, cuando me siento a pensar con claridad con el primer café de la mañana y ver el amanecer”, nos cuenta Uxía López Villamor, directora del Parador de La Gomera. Y en el crepúsculo, cuando el Teide (sí, otra vez) perfila su silueta sobre los fulgores lumínicos de Tenerife, la isla se vislumbra en uno de los flancos del jardín. En el lado opuesto una balconada se abre a San Sebastián de La Gomera, capital y puerto de llegada y salida de la isla. Entre medias de estos extremos un entramado de caminos constelados de vegetación, con sus cartelas en las que figuran los nombres de los árboles y demás plantas, a modo de jardín botánico… que lo es. Diversas alturas, bancales, repletas de reductos recoletos, románticos, que culminan en una piscina al aire libre, esplendorosa, rodeada de hamacas en la que se repantingan los clientes. Goce. Disfrute. Es el centro neurálgico del Parador, en el que discurre su historia, su relato, abrazo de los huéspedes, que pasean por sus senderos, cuidados y mimados con pasión por Alejandro, su jardinero, y se sientan en la terraza a tomarse un tentempié, una copa, un té.
Él fue quien le espetó a Uxía el primer día en que ella llegó que lo primero que tenía que hacer, antes que cualquier otra cosa, era visitar este espacio. Eso ocurrió el pasado nueve de agosto: “Fue impactante –confiesa Uxía–. No se me olvidará nunca”. Ella nació en Santiago de Compostela en 1998 y el cosquilleo de la hotelería, y la hostelería, le viene de sus tíos, que ostentaban un establecimiento con camas en dicha ciudad. Su experiencia la ha curtido a lo largo de todos los peldaños, cocina, camarera, gobernanta, recepción, eventos, gestión y en diversos Paradores: Tenerife, Baiona y Cádiz. “Cuando estaba en el Parador de Baiona en recepción una compañera me dijo algo que me encantó y me marcó: “Ya están todos los clientes en casa”. Me quedé impactada porque venía de trabajar en hoteles privados y nunca había escuchado eso, y ahora lo entiendo, en un Parador ellos sienten que son parte de una familia, y eso es muy bonito”.
La verdad es que para ella fue un cambio sustancial pasar de las 124 habitaciones del Parador de Cádiz a este, entrañable, recogido, de 60 estancias (dos Junior Suite y 14 doble superior), y la 234, que es en la que ella vive. Sobre un promontorio, tras una serpenteante y estrecha carretera, se alza el Parador, un edificio de aires coloniales, de paredes blancas y ocres, terrosas, atravesadas por vigas de madera, ladrillos y tachonadas con ‘agujeros’ de piedra y generosos ventanales. Es una estructura horizontal, de dos alturas “porque la arquitectura canaria tiende a ser baja”. Fue diseñado por Juan Palazuelo Peña, arquitecto del Ministerio de Información y Turismo, que transmitió en este edificio la esencia de la arquitectura popular canaria del siglo XVI, y se abrió en octubre de 1972. “En esta placa aparece la fecha de 1986 y mucha gente cree que es cuando se estrenó, y no, esta inscripción conmemora cuando sus majestades los Reyes vinieron a inaugurarlo. Este no es un Parador histórico como otros, es un lugar que encauza con el espíritu de La Gomera, de estilo colombino, que se construyó para revitalizar la economía de la ciudad, de San Sebastián, fomenta la actividad de la isla y da empleo a muchas familias. Desde que comenzó su andadura ha dado trabajo a padres, madres, y ahora hay hijos que están aquí, es generacional”.
En su interior varios patios se alternan un poco, digamos, al azar. Íntimos, refrescantes, abiertos al cielo, uno coronado por una fuente, otro festoneado de sillas y mesas para solaz del huésped (“como un bar de tapas de la ciudad”) y, en todos, una vegetación apabullante, cautivadora”. La vegetación descuella en todo su esplendor en el cercano Parque de Garajonay, Patrimonio de la Humanidad, que acuna un bosque de laurisilva que es el más extenso del planeta y uno de los más antiguos de Europa. Sirva como anécdota que Angela Merkel es una enamorada del Parque, enamorada de La Gomera y amante de perderse por sus senderos. En esta línea ‘verde’, merece la pena subrayar el esfuerzo por la sostenibilidad que realiza el Parador de La Gomera, en busca del objetivo de ser neutros en huella de carbono en 2030, esfuerzos que se entrevén en la eliminación de los plásticos de un solo uso de las habitaciones, en priorizar el producto de cercanía en su cocina y en que la energía que se consume es de origen 100% renovable.
Es invierno. Temporada alta en La Gomera. Por allí discurren clientes alemanes, ingleses y nacionales, bastantes de ellos dispuestos a pasar una estancia larga, una de las características idiosincráticas del establecimiento. Encima hay que ir, sí o sí, a patear el Parque Nacional Garajonay, “fue lo primero que hice –apunta Uxía–, me encanta la naturaleza y me apasiona el senderismo. Es espectacular, con un sinfín de rutas, la zona de El Cedro, y desde lo alto tienes una panorámica de 365 grados de los alrededores y ves El Hierro, La Palma y Tenerife”. Nos conformamos, por ahora, con el jardín del Parador de La Gomera y el arrullo intermitente, repetitivo, de las Tórtolas.
Las recomendaciones de los que más saben...
ENCARGADO DE JARDÍN
Alejandro Bravo
Trabajador en el Parador de La Gomera
RECEPCIONISTA
Jesús David Ramos
Trabajador en el Parador de La Gomera
LIMPIADORA
Milagros de la Cruz
Trabajadora en el Parador de La Gomera
El Parador de La Gomera honra, con altas dosis de orgullo, la memoria de Cristóbal Colón, el descubridor de las Américas. Aparte de un gran retrato suyo que cuelga de una de los muros, la historia deja constancia de la llegada de El Almirante al puerto de San Sebastián, conocido por entonces como Villa de Palmas, tras levar anclas en Palos (Huelva) rumbo a, a… a ver si descubría algo. Eso ocurrió en 1942, luego repitió parada y fondeo en la bahía gomera en 1943 y en 1498. Aquí se avitualló de alimentos, enseres, agua y, bueno, se cuenta que Beatriz de Bobadilla, ‘Señora feudal de La Gomera’ y él mantuvieron un romance. Vamos, que fueron amantes y que su idilio era el cotilleo de la isla. Pues ella también, se cree, puede ser… aparece retratada en un lienzo del Parador. Si realmente la dama que muestra su figura es Beatriz de Bobadilla, sería una bonita anécdota amorosa.
Sí, el Silbo Gomero es un lenguaje, silbado idiomático, utilizado por sus habitantes desde tiempos inmemoriales para comunicarse entre grandes distancias. En 2009 fue incluido en la lista de la UNESCO como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad y, hoy en día, y gracias a las políticas educativas de los últimos tiempos, se está recuperando y los jóvenes comienzan a ‘hablarlo’. “Lo que me sorprende es que se comunican a través de él, y eso pasa en el Parador, es alucinante, algunos trabajadores se dicen ‘Buenos días’ con el Silbo… Yo ni me entero, lo reconozco. Lo he escuchado varias veces y es que no entiendo nada, qué fuerte, qué barbaridad, y hay niños que lo acoplan a canciones típicas de aquí”, contesta la directora del Parador de La Gomera, Uxía López Villamor.
Hoy comemos...
Manuel Jesús Hernández Herrera tiene 20 años y capitanea la cocina del Parador de La Gomera. Lleva tres años enfrascado entre hornos, sartenes y demás utensilios destinados a elaborar los platos que se aposentan en el comedor. Es una estancia acogedora, vibrante (sobre todo los domingos), con un lateral con mesas que miran directamente al jardín. En sus instantes mozos (bueno, lo sigue siendo…) estudió un ciclo de cocina, deambuló de un fogón a otro y aterrizó en la despensa del Parador. “La gastronomía que ofrecemos está enfocada sobre todo a las recetas de regusto canario, a algunas le damos una vuelta y otras son más tradicionales, puras”. Con estos mimbres ya se pueden imaginar: gofio (que no falte), queso gomero, cherne (el pescado de Canarias) en pastel o a la parrilla, atún con mojo rojo “que no pica mucho” y de postre “lo que más sale es la tarta de queso”. A estas viandas añadan un estupendo y refrescante gazpacho de manga gomera, el rejo de pulpo con puré de papa, arroces caldosos (como esa caldereta de pámpano, otro pescado de las costas isleñas), lomo de ternera, costillar a baja temperatura y, sí, almogrote: esa pasta de queso mezclado con pimienta, ajo y aceite que se unta sobre una tostada de pan.
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Créditos
Estrategia de contenidos: Prado Campos
Fotografía: Andrés Martínez Casares