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Transición energética

El poder del agua

Más de 100 años de historia preparados para la transición energética

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REPORTAJE

Laura Fortuño

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El desarrollismo industrial que España vivió durante el siglo pasado no se explicaría sin un juego en el que se suelen sumergir los niños en verano, cuando pisan la playa. Cerca de la orilla construyen barreras de arena para encerrar el agua antes de que baje la marea y, de pronto, en esa clásica escena estival emerge una colección de pequeñas lagunas donde los pequeños chapotean sin fin. Es un juego que surge de forma natural. 

Para que la producción en el cordón fabril de núcleos urbanos como el de Barcelona se disparase, fue necesario embalsar la abundante agua que se acumulaba en las faldas del Pirineo. Así, encapsulada entre toneladas de hormigón, servía tanto para garantizar el consumo de las poblaciones cercanas como para poner en marcha las potentes centrales hidroeléctricas. El mecanismo de estas últimas viene de lejos, son versiones avanzadas y automatizadas de los viejos molinos de agua. Se canaliza un poderoso torrente que mueve a una turbina. Y ésta da vida a un generador. La energía producida se vuelca a la red general. Y así fue llegando el progreso a muchas áreas industriales del país.

Las abundantes precipitaciones caídas en el norte de la península ibérica durante octubre y noviembre han provocado que presas del tamaño de la del Eume ya se encuentren al máximo de su capacidad y se produzca un espectacular salto de agua de más de 100 metros de altura.

Las abundantes precipitaciones caídas en el norte de la península ibérica durante octubre y noviembre han provocado que presas del tamaño de la del Eume ya se encuentren al máximo de su capacidad y se produzca un espectacular salto de agua de más de 100 metros de altura.

Las abundantes precipitaciones caídas en el norte de la península ibérica durante octubre y noviembre han provocado que presas del tamaño de la del Eume ya se encuentren al máximo de su capacidad y se produzca un espectacular salto de agua de más de 100 metros de altura.

Sencillo y a la vez complejo, porque cada río, cada cañón, cada terreno guarda unas características que exigen casi un traje hecho a medida. Pequeños universos dentro de una misma tecnología que con la transición energética ha cobrado un nuevo impulso gracias a su capacidad de gestión (cuando no son centrales fluyentes, es decir, sin embalse). Se ha convertido en un recurso renovable que apoya a sus símiles no gestionables, como el viento y el sol. Cuando ellos fallan o necesitan estabilidad, ahí aparece la hidráulica, imponente: 100 % predecible, 100 % fiable.

La presa del Eume alimenta a la central hidroeléctrica que Endesa opera unos cinco kilómetros aguas abajo y que dispone de una potencia instalada de más de 50 MW en los dos grupos de generación que llevan en servicio desde la década de los 60 del siglo pasado.

La presa del Eume alimenta a la central hidroeléctrica que Endesa opera unos cinco kilómetros aguas abajo y que dispone de una potencia instalada de más de 50 MW en los dos grupos de generación que llevan en servicio desde la década de los 60 del siglo pasado.

Pero en esto también el cambio climático, contra el que se pretende luchar con la descarbonización de la economía y la catalización del uso de las energías verdes, ha empezado a hacer mella. Las modificaciones de los patrones atmosféricos obligan a reprogramar la gestión de los recursos. Todo apunta a que hoy llueve más concentrado que antes, en menos días y con mayor abundancia, casi de una forma explosiva. Con lo que es más complejo acertar la cantidad exacta que se debe desembalsar y turbinar para evitar crecidas excesivas en los cauces de los ríos. Además, el calentamiento global hace que ese goteo idílico que significaba el deshielo con la llegada de la primavera se vea acelerado. No se retiene tanta agua como antes en las montañas ni se aguanta por tanto tiempo. Otro factor que los técnicos de las unidades de producción hidráulica, junto con las confederaciones hidrográficas, deben meter en sus ecuaciones.

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En las imágenes, detalle de los cuadros de mando de las centrales de Susqueda y Eume; y turbina y la impresionante sala de columnas de Susqueda, proyectada por el prestigioso ingeniero Arturo Rebollo Alonso.

Esta preocupación por revertir o desacelerar las consecuencias del cambio climático solo es la parte más visible de un fenómeno que desde las compañías eléctricas como Endesa y los gestores de las cuencas ya llevan décadas implementando: la producción de energía hidroeléctrica debe ser respetuosa con el entorno, cuidar el medioambiente y minimizar su impacto en los ecosistemas. Por eso, entre otras muchas cosas, se han realizado importantes inversiones en equipar las presas con caudales ecológicos que permitan el tránsito de los peces en todo el cauce del río o se turbina con sensibilidad sobre otros usos que el río pudiese tener aguas abajo, como el lúdico o para las comunidades de regantes

La obra de Arturo Rebollo Alonso en la construcción de la presa y central hidroeléctrica de la localidad es ya considerada un patrimonio industrial de incalculable valor que quedará como un legado para las siguientes generaciones.

La obra de Arturo Rebollo Alonso en la construcción de la presa y central hidroeléctrica de la localidad es ya considerada un patrimonio industrial de incalculable valor que quedará como un legado para las siguientes generaciones.

Es el proceso de modernización de una tecnología con más de 100 años de implantación y que está llamada a jugar un papel clave en uno de los procesos más trascendentes para el futuro de nuestro planeta. No solo con las fórmulas tradicionales, sino con los nuevos sistemas de bombeo que les permiten funcionar con mayor precisión sobre las necesidades del sistema energético nacional. Su hibridación con otras fuentes renovables ha conseguido que haya territorios, como la isla del Hierro, que se acerquen a la autosuficiencia energética. Una meta que la guerra de Ucrania ha revelado de vital transcendencia para los países con dependencia de combustibles fósiles y falta de estos recursos en sus territorios, como le ocurre a España.

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Las aguas del rio Sil han formado parte todos los proyectos energéticos de Endesa en la comarca del Bierzo, tanto antes de la explotación minera y la operación de las centrales de carbón, como en el actual proceso de transición energética en la región hacia la generación por renovables.

Ya al margen de esta ventana de oportunidades para reducir la huella de CO2  en la atmósfera que presenta la energía hidroeléctrica, la construcción de algunas centrales las ha convertido en auténticas joyas de la ingeniería. Ocurre con la de Susqueda, en la provincia de Girona. Obra de Arturo Rebollo Alonso, quien la ideó, diseño y dirigió su construcción con una visión futurista con elementos singulares como la escalera helicoidal en la impresionante Sala Columnas. «Esta famosa escalera de caracol es como si pelaras una manzana en una única peladura y la sujetaras desde una de las puntas. La miras y te preguntas ¿cómo la han construido?, ¿qué la apoya?», recalca el Técnico Responsable de Endesa en la instalación, Francesc Serradesanferm.

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Endesa cuenta con cerca de 5.000 MW de potencia instalada de energía hidroeléctrica en toda España, una tecnología que gracias a su capacidad para gestionar el recurso la convierte en una garantía de fiabilidad y de estabilidad para el sistema eléctrico nacional.

El patrimonio también es parte del legado que quedará para las próximas generaciones. No solo el salto adelante, el impulso a la transformación industrial de los diferentes territorios, gracias a la aportación a la red de los cerca de 5.000 MW de potencia hidroeléctrica que Endesa opera en toda la península ibérica, sino ese creciente respeto por el entorno, por ayudar a que la producción de energía viva en sintonía con la naturaleza, que, en definitiva, el poder inagotable del agua siga siendo un apoyo para los cambios que han llegado y los que vendrán.

El legado que seremos es un reflejo de la transición energética justa en España a través de sus protagonistas.

 

Se trata de un proyecto patrocinado por Endesa creado e impulsado por el fotógrafo documental Álvaro Ybarra Zavala. Álvaro está siendo testigo de nuestro proceso de cambio, contando a través de sus fotografías las historias de las personas verdaderas protagonistas de este cambio.

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