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“No quiero depender de ella”: el horizonte de la dependencia sin el cuidado de los hijos
Cuidó a su madre durante los últimos años de su vida y ahora María no quiere que, en unos años, su hija pare su vida para ocuparse de ella. ¿Cómo puede alguien evitar sentirse una “carga” para sus vástagos?
A unos pocos kilómetros de Logroño se sitúa la localidad riojana de Alesón, donde María Tejada Fernández y su hija regentan uno de los restaurantes más populares de la localidad. Se trata del asador Yalde, bien conocido entre los vecinos del pueblo y también paso obligado entre los moradores de la región gracias a las buenas referencias del mesón.
“Yo era comercial y también he tenido una tienda de chucherías en Logroño antes de decidirme a emprender con mi hija y montar el asador”. María recuerda otras etapas de su vida, con otras labores y otras implicaciones. “La vida de comercial es muy dura”, señala y añade que su marido aún se dedica a ello, viaja mucho y lleva una vida muy sacrificada; “todo el día en la carretera”.
Hace unos años, en medio de esos vaivenes profesionales, María tuvo que hacer frente a una situación personal compleja: su madre, con una edad avanzada, se fue convirtiendo poco a poco en una persona totalmente dependiente. “Yo viví en casa la experiencia de cuidar a mi madre y su calidad de vida no era mala, pero en los últimos años dependía mucho de nosotras”, relata la empresaria que hace mención a cómo, con el apoyo de su hermana, conseguía sacar adelante esa labor, en ocasiones tan poco considerada, que es cuidar.
Conocedora de lo que es llegar a una situación así y estar en el día a día de una persona dependiente, María a menudo charla con su hija y su marido. A ellos les transmite el desasosiego que le supone pensar que algún día su única hija tenga que parar su vida para cuidarla. “No me gustaría depender de ella”, cuenta, y explica que ella tiene su propia familia, trabaja duro en el mesón y que no le parece justo que tenga que parar su vida para ocuparse de sus padres cuando éstos envejezcan. “Ya tenemos una edad, ya hay achaques…”, reflexiona.
Asegurarse el futuro y seguir siendo independiente
Una de las personas con las que María más sopesa sobre este tema es con su amiga María José Espinosa -a quien los más cercanos llaman Cuca-. Ambas mujeres son vecinas y se conocen desde hace más de dos décadas. Veinte años que han servido para afianzar una relación tan estrecha que la complicidad surge de forma natural entre ellas cuando están juntas.
Cuca es delegada de MAPFRE desde hace 21 años. En este tiempo, tal y como ella misma puntualiza, ha sentido su trabajo “como un regalo”. Su marido y ella dedicaron una etapa de su vida a la hostelería y el mundo de la noche y cuando nacieron sus dos hijas “nos dimos cuenta de que aquello no era compatible con la vida personal”, explica la mujer. Dos hijas que han seguido el legado familiar y en la actualidad forman parte también la familia MAPFRE.
Como madres, María y Cuca comparten preocupaciones comunes y, por ello, Cuca supo empatizar con María cuando ésta le manifestó su pesar por sufrir una situación de dependencia cuando se acerque a la vejez. Una inquietud que la delegada de MAPFRE supo calmar presentándole a María el seguro de dependencia que ofrece la compañía.
“El seguro de dependencia hoy en día lo veo fundamental”, afirma Cuca y continúa contando que “es uno de los productos que más ayuda a la gente, debido a las necesidades que está cubriendo”. Hablando del caso de María, a quien le ofreció este seguro en cuanto fue posible, añade que “todos conocemos un caso de alguien que tiene algún familiar que ha perdido algunas de sus capacidades y tiene que estar 24 horas atendido. Y este seguro ayuda a las familias a poder seguir adelante y afrontarlo mejor”.
Después de haber vivido esta situación en primera persona con su madre, María lo tenía claro, debía considerar la información que le proporcionaba su amiga sobre el seguro de dependencia. “Cuando ella me aconseja algo de algún seguro, lo pensamos mi marido y yo y, como tenemos plena confianza en ellos, aceptamos lo que nos ofrecen”. Remarca, además, “confío plenamente en lo que Cuca me asesora”.
Un asesoramiento que va más allá de la labor puramente profesional. “Hablo con ella casi todos los días”, confiesa María que, entre lágrimas, cuenta que Cuca para ella “es más que familia, es otra hermana mía”. Una relación casi filial que la delegada de MAPFRE corrobora, ya que desvela que sus hijas le llaman “tía” a María. “Es una ventaja tener una clienta y amiga en las condiciones de María”, concluye, al mismo tiempo que le estrecha las manos a María con ternura.