Cuando el comercio local está de moda: la lucha contra los gigantes de Confecciones Pinimar
El comercio local resiste al influjo de los grandes complejos comerciales y la moda low cost. Así es el día a día y los retos que afronta una pequeña tienda de ropa del distrito madrileño de Moratalaz
Jorge, Ana, María, Adela, Gemma, Pedro… Pili conoce por su nombre a la práctica totalidad de clientes que entran por su puerta. Unos calcetines, una sudadera, un vestido, un chándal. La gente aquí viene a comprar, pero también a charlar con sus vecinos. O simplemente a saludar. Y a menudo, quizá también a llevarse algo que no habían pensado llevarse. Al fin y al cabo, Pili siempre procura que las novedades sean uno de los rasgos de identidad de su negocio.
Ubicado en el popular barrio madrileño de Moratalaz, en los locales que forman parte del Mercado Municipal, Confecciones Pinimar (C/ Cañada, 7) es uno de esos lugares en los que se piensa al escuchar las palabras “comercio de proximidad”. Una tienda de las de toda la vida, en la que las personas jubiladas de la zona vienen a comprar su ropa a precios asequibles, pero en la que, también, cualquiera puede encontrar prácticamente de todo, incluida la juventud: desde sudaderas de los Ramones hasta gorras de béisbol. Desde ropa interior deportiva a camisas de vestir. Sombreros, batas, vestidos, pantalones, trajes. Si existe, está en Pinimar. Y si no lo tienen, lo consiguen lo antes posible.
Vodafone ha puesto en marcha la Tarifa Conectad@s, orientada a todos aquellos beneficiarios del Ingreso Mínimo Vital mayores de 30 años
“La tienda lleva 52 años abierta”, cuenta Pili. “Empezó con ella mi hermana Nina cuando yo sólo tenía 9 años. Más adelante acabé regentándola yo”, recuerda. Las cosas han cambiado mucho desde aquellos días en los que Moratalaz era conocido como “El barrio del chupete” por la gran cantidad de niños que poblaban sus calles. “Figúrate: ahora lo llaman el barrio de los toreros, porque todo el mundo va con muletas”, bromea Pili. Hay mucho de cierto en ello: Moratalaz es, junto a Chamberí, Retiro y Salamanca, el distrito más envejecido de la capital. También el que cuenta con el índice de criminalidad más bajo, lo que lo convierte en el más seguro de toda la ciudad. Aquí se vive con tranquilidad y a otro ritmo.
Salir adelante con servicios para los que los necesitan
Ese optimismo es, quizá, parte del secreto para que todo vuelva a la normalidad. Y mientras la situación termina de mejorar para todos los sectores, incluido el del comercio de proximidad como el que regenta Pili, algunas empresas han decidido poner su grano de arena para facilitar las cosas en la medida de lo posible. Vodafone cuenta con la Tarifa Conectad@s, orientada a todos aquellos beneficiarios del Ingreso Mínimo Vital mayores de 30 años.
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La familia, clientela fiel que busca un trato cercano
Mientras la situación termina de mejorar definitivamente para todos, algunas empresas han decidido poner su grano de arena para facilitar las cosas a trabajadores
“Margarita nos trae bollitos a la tienda. Y Raimunda nos hace rosquillas, pero no acepta nada a cambio”, cuenta Pili. Son las madres que hace décadas venían para vestir a sus hijos. “Hoy en día la mayor parte de la clientela es gente mayor, aunque desde la pandemia viene más gente joven. Muchos se dan cuenta de que tenemos cosas que les gustan, y prefieren comprarlas aquí que en las grandes cadenas de ropa”, cuenta Pili con orgullo.
¿Qué lleva a la gente, ya sea joven o mayor, a preferir una tienda de ropa de barrio frente a una multinacional? “Mucha gente lo que quiere es que les atiendas”, cuenta Pili. Algo que parece tan obvio como sencillo, pero que a menudo se diluye en las grandes superficies que, en última instancia, han acabado convirtiendo negocios como este en algo residual, casi anecdótico. El trato familiar es un valor en alza: en un tiempo en el que manda la inmediatez y mirar únicamente los precios de artículos de usar y tirar, cada vez son más quienes demandan reposo, calidez y calidad.
“En todas partes hay de todo, pero creo que cada vez hay más gente que adquiere conciencia sobre la importancia de comprar en el comercio local, aunque sólo sea porque les da pena que desparezcan las tiendas de barrio”, reflexiona Pili. Un compromiso que ha pesado a la hora de decidir seguir adelante en tiempos difíciles. “Con todo lo que hemos pasado hemos llegado a pensar en echar el cierre”, admite Pili. “Tras el primer confinamiento hicimos un gran esfuerzo para volver a poner el negocio en marcha. Desinfectamos la tienda de arriba a abajo, empezamos a llevar ropa a domicilio a personas mayores que tenían miedo de salir a la calle… Hoy lo tenemos claro: nos tiramos a la piscina. Pese a que son tiempos difíciles, miramos hacia adelante”.