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Productores Sostenibles

El agricultor que se ha propuesto devolver la vida a su tierra (y lo está consiguiendo)

Tras finalizar sus estudios en Estados Unidos, Alfonso Chico de Guzmán lo dejó todo para instalarse en La Junquera (Murcia) e iniciar sus primeros pasos como agricultor. Cuando el suelo de la finca comenzó a perder fertilidad, se decidió a investigar nuevas técnicas de agricultura regenerativa para revertir la situación. Esta es la historia de cómo está consiguiendo devolver la salud a la tierra.

Eva Prieto

LaJunquera

MURCIA

El persistente viento y la soledad de la tierra árida protagonizan uno de los paisajes más enigmáticos del noroeste de Murcia. Es fácil perder la perspectiva en medio de un horizonte que no parece tener fin. Al devolver la mirada a la carretera, la ruta de sentido único se ensancha y al fondo aparece un singular conjunto de casas de piedra en tonos ocres. A primera vista podría parecer que hemos llegado a una aldea deshabitada pero, en realidad, nos encontramos en el corazón de un territorio repleto de vida que lucha sin descanso contra la erosión.

Nosotros somos gestores de un bien heredado y tenemos la obligación moral de legarlo en mejores condiciones❞

Alfonso Chico de Guzmán

El legado familiar

Poco después de finalizar sus estudios en Estados Unidos, Alfonso Chico de Guzmán lo dejó todo para instalarse en la finca de La Junquera (Murcia) e iniciar sus primeros pasos como agricultor. «Esta finca pertenece a mi familia desde hace más de 200 años. Mi bisabuelo la compró para cultivar esparto y cáñamo porque eran proveedores de los astilleros de Cartagena para la armada y ha ido pasando de generación en generación». Esta inmensa extensión de tierra alberga desde sus inicios grandes cultivos de cereales, pero hace unos años el suelo comenzó a perder fertilidad.

«Mi padre me contaba que cada vez veía más piedras y menos tierra. Y que por mucho que las quitaran, parecía que la tierra criaba piedras. Yo le preguntaba cuál era la solución, pero en aquel momento a todo el mundo le pasaba lo mismo y nadie sabía qué hacer». Empezaron a encontrar grandes dificultades para sacar rendimiento a la explotación y aquello propició un cambio de visión y pensamiento. «Nosotros somos gestores de un bien heredado y tenemos la obligación moral de legarlo en las mismas condiciones o mejor. Pero en nuestro caso la tierra había sufrido muchísimo. En unas décadas habíamos destruido la reserva de fertilidad y materia orgánica».

Estimulado por la necesidad, Alfonso comenzó a investigar nuevas técnicas de agricultura regenerativa que ayudaran a revertir la situación de la finca y devolver la vida a la tierra. «Todo el mundo hacía agricultura desde un punto de vista convencional porque era lo que se conocía. Tú ibas a la oficina comarcal del Ministerio y te decían que así era cómo se debían hacer las cosas», transmite en un tono natural y pausado. Los inicios no fueron fáciles. Tras probar suerte con un huerto ecológico que no llegó a consolidarse, Alfonso fue aprendiendo poco a poco sobre el mundo de los cereales, los almendros o el ganado, mientras experimentaba con otros cultivos que podían adaptarse al terreno. En ese punto «nos dimos cuenta de que no tenía mucho sentido depender de un monocultivo de cereal y poner todos los huevos en la misma cesta».

Así empezaron el camino hacia la diversificación. Cambiaron la producción de cereales que tenían en ese momento por distintos tipos de trigo, centeno, cebada, incluyendo otras variedades como yeros, pistachos, almendros, hortalizas, plantas aromáticas, olivos, manzanos… En total más de 1.100 hectáreas de cultivos ecológicos en los que también habitan un enorme rebaño de 900 ovejas y 17 vacas murcianas, una raza levantina en peligro de extinción. «Al final, parte de la solución pasa por coger lo mejor de las prácticas tradicionales y las modernas. Por ejemplo, estamos recuperando mucho terreno tras cavar doce kilómetros de zanjas en curvas de nivel para mejorar la filtración de agua, pero lo hacemos con tractores. Sería imposible hacer todo este trabajo sin maquinaría».

"Al final, parte de la solución pasa por coger lo mejor de las prácticas tradicionales y las modernas"

Devolver la salud a la tierra es un proceso inevitablemente lento, al menos desde una visión a escala humana, y quizá por ello La Junquera suscita la falsa sensación de que allí todo está a medio hacer. Nada más lejos de la realidad. En la última década esta finca ha experimentado una considerable transformación que ha mejorado el suelo, el agua y la biodiversidad. Prueba de ello son la aparición de huellas de nutria. Lo saben porque, de vez en cuando, va un rastreador profesional que les enseña a identificar rastros y la evolución de sus cultivos. «Hemos creado setenta charcas porque cuando llueve pueden pasar diez millones de litros por un barranco y no los vuelves a ver pero, de esta forma, el agua va parando. Si no hubiéramos creado charcas, jamás habría asomado una nutria por aquí. No tenemos cifras exactas todavía, pero hemos notado un enorme cambio en el aumento de la biodiversidad. Hay venados, conejos, perdices…».

Alfonso transmite la serenidad del que sabe con certeza que su camino coincide con el sentido que ha dado a su vida. En este oasis de la agricultura orgánica regenerativa encontramos, además, un campamento de restauración de ecosistemas y una academia donde jóvenes voluntarios de todo el planeta comparten ideas y ponen en marcha innovadoras técnicas para restaurar ecosistemas degradados y crear la mayor cantidad de conocimiento y ejemplos prácticos posibles. La finca es un ir y venir de estudiantes, movimiento, bicicletas, caballos… Todos haciendo diferentes cosas. Algunos se quedan una temporada. Otros, como Yanniek, deciden quedarse. La mujer de Alfonso llegó a la finca como voluntaria para estudiar las nuevas propuestas de agricultura y tras hacer su tesis sobre este proyecto, se instaló definitivamente.

Ahora, ella se dedica a formar a los alumnos de máster de universidades europeas que hacen prácticas in situ. Entre los dos supervisan el gran número de iniciativas para la finca manteniendo una mentalidad abierta porque no todo funciona a la primera. «De diez experimentos al año, con cosas que supuestamente deberían funcionar, ocho de ellos no lo hacen. No hay una receta. Lo que funciona en un sitio no necesariamente funciona en otro», explica Alfonso. Por eso, para este joven empresario «lo más importante es compartir el conocimiento. Es fundamental enseñar y que te enseñen que otro tipo de agricultura es posible, sobre todo entre productores de la zona».

Si algo está demostrando La Junquera es que la salud de la tierra está completamente vinculada a la oportunidad económica, y la degradación con cultivos intensivos hace que a la gente le resulte muy difícil continuar en ellas. Por eso, años atrás sólo vivían un tractorista y un pastor y ahora, entre los cultivos, el campamento y la academia, hay más de veinte personas regresando la alegría y la vida a la finca. «Y además la facturación no tiene nada que ver. Ha aumentado muchísimo. De tener sólo unos cereales, a tener toda la diversidad de cultivos que tenemos ahora…». En pocos años han triplicado sus ingresos. Pero para Alfonso la verdadera rentabilidad se mide con otros parámetros.

«Es necesario otorgar recursos para que la gente pueda realizar estos cambios. Si calculas números, sólo la erosión que evitas en una finca como la nuestra, se nota muchísimo en el mantenimiento de los pantanos, los embalses y las presas de toda la zona. Por ejemplo, si tenemos una erosión media de 20 toneladas por hectárea al año y nosotros la reducimos a 10, imagina cuántas toneladas evitamos que acaben en un embalse que después deben vaciar y limpiar, lo cual, además cuesta un dineral. Sería genial que, además de la sociedad, el Gobierno también reconozca este trabajo con alguna ayuda y siempre a cambio de algo, claro. No a fondo perdido».

Alfonso representa la generación del cambio hacia un modelo responsable con el planeta. No sabe si su hija, que acaba de cumplir un año, continuará su legado para convertirse en la sexta generación de los Chico de Guzmán que gestiona estas tierras o La Junquera acabará en otras manos. Ni siquiera se ha parado a pensarlo. Y es que para él esto es sólo el principio. A pesar del buen ritmo que llevan, su plan más inmediato es una estrategia a veinte años vista de restauración del paisaje a gran escala para la región. Un compromiso que nos recuerda que el suelo tarda cientos o miles de años en formarse y se destruye en una sola generación humana.

Con una determinación y voluntad férrea admirables, Alfonso está cumpliendo su deber con la tierra para dejarla en las mejores condiciones y, aunque todavía queda mucho por hacer, La Junquera comienza a respirar vida, aire limpio y un futuro más que saludable.

Créditos

Redacción: Eva Prieto

Coordinación: Cecilia Marín

Diseño UI y Dirección de Arte: Alessandro Marra

Maquetación: Saúl Fernández

Producción Vídeo: Delia Blesa

Contenido desarrollado para

PRODUCTORES SOSTENIBLES

El agricultor que se ha propuesto devolver la vida a una tierra infértil (y lo está consiguiendo)

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