El discurso de Gemma es directo, comprometido y sensible. Se nota que siente auténtica pasión por lo que hace y sus ojos brillan al preguntarle por qué se consideran mucho más que un negocio ecológico. «Es una forma de entender el mundo. Por eso también vivimos en una casa pasiva». Esta familia leridense reside en una zona donde muchas mañanas la niebla invade el pueblo y se despiertan a varios grados bajo cero, pero su vivienda mantiene una buena temperatura durante todo el año.
«Se trata de una casa eficiente y saludable. No tenemos calefacción porque se calienta a través del sol y está construida con madera, un material respetuoso por ser natural, renovable y biodegradable. Además, hemos utilizado pinturas de silicato cálcico, de soja… Y también es un lugar libre de campos electromagnéticos. Tenemos un reloj que apaga el wifi durante la noche y esto es importante para el descanso».