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Paula Belenda es guía internacional en Oriente Medio, una viajera incansable que busca aventuras pero nunca se había planteado hacer un viaje tan largo como su última expedición, que finalizó hace un mes. 20.000 kilómetros, más de una decena de países y un trayecto en solitario por Europa y Asia central, un destino al que había querido ir desde 2020 y un sueño cumplido en compañía de su moto Freya, con la que lleva poco tiempo y solo había cruzado el desierto del Sáhara en Argelia durante un mes para una primera toma de contacto.
Y así, con la moto, el tiempo disponible y el dinero ahorrado se decidió a embarcarse en esta andadura, en la que su objetivo era visitar Kazajistán, Kirguistán, Tayikistán o Uzbekistán, entre otros países. Un viaje que acabó siendo toda una aventura.
La idea inicial de esta berciana era completar la expedición en casi 7 meses porque «tenía una fecha límite, que era noviembre, por cuestiones de trabajo», con salida desde su Fabero natal y llegada a Omán, y para ello ya sabía «más o menos por los países por los que quería pasar y por dónde tenía que pasar», pero siempre abierta a cambiar algo en plena ruta o algún país, «por ejemplo, al principio no había contado con ir a Armenia y acabé yendo a allí».
Comenzó el 8 de abril en Fabero y tardó 5 días en cruzar el país hasta Barcelona, donde cogió un ferry hasta Italia. Desde allí, Freya la llevó «por todo tipo de terrenos y paisajes, desde islas paradisíacas en Grecia, pasando por el lago Tuz en Turquía, la estepa kazaja o el desierto, hasta montañas como las de Tayikistán, con 4.600 metros de altura».
De entre todos esos escenarios, Paula Belenda se queda con la región de Daguestán en Rusia, «iba con unas expectativas muy altas y se cumplieron totalmente», y también con Kirguistán, «que me sorprendió para muy bien y donde estuve casi un mes». Y por el contrario, lo que se le hizo más pesado de su viaje fue la estepa de Kazajistán. «Entraba desde Rusia y tenía que cruzarla sí o sí. Fueron 2.500 kilómetros hasta que vuelves a ver las ciudades, el verde, un poquito de montaña, y fueron 9 días interminables», asegura esta berciana, para la que la carretera en línea recta se le hacía «infinita» y era «avanzar por avanzar y no me gusta esa sensación, no me gusta ese tipo de viaje, hacer 300 kilómetros en día, recto, sin otro fin que avanzar».
Para poder sobrellevarlo buscaba pequeñas cosas que le gustaran, como «en esos días que acampé, me levanté con manadas de caballos salvajes delante de la tienda, eso fue muy lindo», pero fue mejor el alivio que sintió cuando dejó esa estepa.
Y es que además de un viaje por Asia Central también fue un viaje por sus propias emociones, «cada día es algo nuevo, encima al estar sola tengo que gestionar todo el viaje, todas mis emociones, todas las situaciones, la logística, entonces emocionalmente es alucinante, porque tenía a veces enfado, rabia, a veces sorpresa, incertidumbre… En un mismo día podía tener un montón de emociones diferentes».
Ahí también ayudó la hospitalidad de la gente, que al principio estaban «muy sorprendidos de verme sola en la moto», pero luego «me invitaban o me paraban y me daban comida o algo de lo que llevaran en las bolsas, un té o un pan con mantequilla y con mermelada, es gente muy agradable».
La expedición de esta berciana iba según lo previsto, sin sobresaltos, pero un pequeño accidente en Tayikistán cuando llevaba ya 20.000 kilómetros recorridos, truncó sus planes. «Estaba en la capital, Dusambé, y haciendo un recado con la moto tuve un choque contra un taxi. Me rompí el quinto metatarsiano del pie, me llevaron en ambulancia al hospital y me pusieron una escayola y muletas», narra.
Pasó dos semanas, en las que estaba «reventada, con moratones», recuperándose en un hostal y como ya tenía todo preparado para cruzar a Turkmenistán, «solo se puede ir con agencia, no puedes ir por libre», y se sentía con ganas, «me cogí las muletas y me fui a Uzbekistán, hice turismo por allí y luego Turmkistán otra semana con muletas, todo con calma y con la visión de que no podía caminar mucho. Yo lo hubiera hecho de otra forma pero en mi situación lo tuve que hacer, por ejemplo en Uzbekistán son ciudades históricas y contraté un tuk tuk que me llevó a diferentes sitios, lo diseñé un poco para que fuera más fácil para mí».
Tras visitar esos dos países volvió a Dusambé para que le quitaran la escayola pero su pie no se estaba curando bien, «de hecho los nervios estaban bastante inflamados, algo que sorprendió a los médicos, y me dieron dos semanas más de muletas». Ahí fue cuando dio por finalizada su aventura, «era esperar a mejorar físicamente, que mejorara el pie, que comenzara a soldarse el hueso y nada pasé 3 semanas en Tayiskistán esperando a mejorar».
Ya recuperada, aunque no completamente curada del todo, Paula Belenda ha vuelto al trabajo con grupos turísticos que querían visitar Irak y en la actualidad se encuentra en Omán. Su idea es a finales de febrero de 2025 retomar la expedición donde la dejó, volver a por su fiel compañera Freya a Tayikistán, donde la dejó en el mecánico y preparadísima para volver a la aventura y terminar, «a ver si hago Afganistán o Irán y si de ahí me da tiempo igual entro en el golfo, Omán, Arabia Saudí..», para luego volver a su Fabero natal a descansar.
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