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Lunes, 14 de enero 2019, 17:55
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Cuenta que se recuerda con sólo 4 años de edad detrás de la barra del bar de sus padres. Y ahora su DNI marca ya 104. Nacida en Prado, Chano (Peranzanes), Ascensión Ramón suma un siglo de vida y trabajo despachando cafés. Desde que a los 17 se afincó en Bárcena de la Abadía (Fabero), lo ha hecho en el establecimiento que ha acabado por adoptar su nombre, el mismo al que ahora echa el candado y no por causa de la edad. Orgullosa de haber llegado a este momento «con plena capacidad física y mental», Ascensión se despide de la clientela con un recado para la clase política: «Los bares, en poblaciones pequeñas, no pueden soportar los mismos impuestos y exigencias como si estuvieran en la misma Plaza de Lazúrtegui o en la Puerta del Sol».
El bar, su bar, fue sucesivamente la Casa de Santos (su marido), la Casa de Ascensión o el Bar La Viuda, la condición en la que quedó su regente a la muerte de su esposo a la temprana edad de 45 años, víctima de la silicosis. Ascensión se quedó sin paga y con siete hijos, una difícil situación que afrontó con arrojo mientras hileras de mineros sin apenas recursos pasaban por su cantina. Eran tiempos complicados, pero no había margen para el pesimismo. «Antes todo el mundo cantaba; ahora ya no siento cantar nunca», dijo en una reciente entrevista concedida al digital meprestaelbierzo.com.
Ascensión Ramón se ha mantenido siempre activa. Socia de honor de los Bibliobuses de León, ha estado al pie del cañón hasta el cierre del negocio, que a su vez simboliza el implacable efecto del continuo éxodo rural. Y es que su regente reconoce una «gran tristeza» por echar el candado al bar para un pueblo que ya tampoco cuenta con escuela desde hace años.
«Lo siento, pero hay muchas circunstancias que concurren, las cuales me obligan a cerrar», cuenta en una carta pública en la que lanza un tirón de orejas a los gobernantes y se despide con agradecimientos de los clientes, a los que insta a tocar la puerta siempre que quieran. «Os digo que la Casa de Santos, como era conocida, o la Casa de Ascensión o Bar La Viuda, nunca se cerrará, siempre estará abierta a toda persona que nos quiera visitar, siempre habrá un trago que compartir y un rato para conversar». Y así pone fin a todo un siglo detrás de una barra.
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