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El Bierzo es tierra de tradiciones. Sus pueblos milenarios y las costumbres de sus gentes, que han pasado de generación en generación, son el legado más preciado de la comarca.
En este nuevo capítulo de El encanto de los pueblos del Bierzo ponemos el punto de mira en la pequeña localidad de Villadepalos, perteneciente al municipio de Carracedelo. Tiene menos de 1.000 habitantes pero sus tradiciones han calado tan hondo en sus vecinos que algunas llevan celebrándose más de 40 años.
Esta villa berciana es conocida por la fiesta y el buen beber y así lo aseguran sus propios vecinos, quienes desvelan que ambas tradiciones empezaron «como empieza todo en Villadepalos, bebiendo».
De hecho, en los años 80 y 90, las fiestas de Villadepalos alcanzaron su mayor auge con las bodegas y las grandes orquestas que acudían al pueblo. A día de hoy sigue siendo uno de los pueblos con más ambiente del Bierzo. En verano, la población se multiplica y es en esta época en la que se dan cita ambas tradiciones.
Esta costumbre se repite en Villadepalos cada Viernes Santo desde hace 41 años. El partido de la sangría empezó en 1982 con un grupo de 10 amigos de entre 22 y 24 años que buscaban celebrar esta festividad alejados del panorama religioso, según explica Tito, uno de sus precursores.
Aquel viernes de 1982 «nos juntamos en el Campo del Virto y organizamos un partido de Voleibol». Para animar el partido «hicimos un caldero de sangría», sin embargo, no cualquier sangría, si no una sangría «particular» compuesta por vino, refresco de limón, fruta variada, azúcar y un poco de alcohol. Una bebida parecida a la limonada tan típica de la provincia de León durante estas fechas.
No fue hasta 1985 cuando «la afluencia de gente empezó a aumentar notablemente convirtiéndose en una cita obligatoria para la juventud de Villadepalos», recuerda este vecino. Año en el que el partido dejó de ser de voleibol y pasó a ser de fútbol.
«Era un partido alocado donde casi todo era válido. Se jugaba en un campo con la hierba muy alta y cada equipo se componía de 20 o más jugadores», explica el protagonista algunas de las normas. El objetivo, como en cualquier partido de fútbol, era marcar un gol, no obstante, en el partido de la sangría, «cada vez que un equipo marcaba gol, el equipo rival tenía que beber un vaso del barreño de sangría que se colocaba en el centro del campo».
Año tras año, la afluencia iba creciendo y el partido empezó a tener afición. «El campo se llenaba de gente, unos venían a jugar y otros a ver el espectáculo. Con ello, también aumentaron los barreños y ya no solo bebían los jugadores si no también los aficionados», señala Tito.
Este vecino de Villadepalos cuenta entre risas una anécdota que surgió alrededor de esta tradición. «El evento tuvo tanta repercusión que un año el párroco del pueblo, Germán, nos envió un emisario para que cambiásemos el día y el horario del partido porque la juventud de Villadepalos dejó de ir a la iglesia por ir al partido. Nosotros le contestamos que si había que cambiar algo, cambiase él el horario de los actos», recuerda.
De una forma parecida comenzó la tradición del descenso de las barcas hechas con madera y neumáticos. «Empezamos medio de cachondeo», cuenta Carlos, un vecino de esta villa. «Era un 15 de agosto y habíamos ido a las fiestas de La Vega, en Portela del Río, cuando se nos ocurrió la idea de construir una balsa en el taller de Pepe el Louco y descender el río», explica.
En un principio, empezaban en el río Cúa y acaban en el río Sil a la altura de Covas. Descendían aproximadamente 10 kilómetros de río. «Esta tradición comenzó hace por lo menos 30 años», señala Carlos.Por aquel entonces «bajábamos en una balsa unos 6 amigos».
Desde aquel momento, los vecinos de Villadepalos descienden el río cada 15 de agosto. Hoy en día llegan hasta La Valiña pero bajan hasta 15 balsas hechas con madera, neumáticos y materiales reciclados.
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Melchor Sáiz-Pardo, Mateo Balín y Álex Sánchez
Álvaro Muñoz | Valladolid y Lidia Carvajal
Almudena Santos y Lidia Carvajal
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