Una casa convertida en el museo del pasado berciano
'El Varal' comenzó siendo un museo agrícola pero hoy en día acumula más de 1.500 piezas de los años 50 repartidos en 15 rincones como el del lino, el pan, la matanza o el vino
Paseando por las tranquilas calles de Carracedo del Monasterio llama la atención una casa, aparentemente normal, pero muy particular. Al cruzar la puerta principal, se abre ante el visitante un museo de más de 200 metros cuadrados. Una colección de más de 1.500 piezas de la década de los años 50 que Antonio ha ido recolectando desde hace muchos años.
Comenzó como un museo agrícola y aunque tiene una zona dedicada a los artilugios que se utilizaban antiguamente para el campo, actualmente es mucho más. En él se puede contemplar el rincón del pan, el de la matanza, el del lino, el palomar, la bodeguita, el del vino, la biblioteca y una sala donde revela fotos «como se hacía antaño».
También reserva un espacio dedicado al patrón del pueblo, San Bernardo, y un lugar para las fotos que él mismo realizó en su época de fotógrafo y en el que se pueden observar vecinos de Carracedo hace más de 50 años.
El museo debe su nombre a un artilugio denominado «el varal» que servía para regar una finca.
El cambio de la agricultura y El Bierzo
Antonio cuenta cómo comenzó esta gran colección. Cuando era joven «era medio labrador, iba de pastor, iba de pinche a las viñas, desbrozada tabaco, iba a regar...». Pero cuando este berciano se estaba haciendo mayor recordó que «en los años 50 la gente tenía pocos recursos para trabajar el campo y lo mejor es que con eso estaba todo el Bierzo trabajado». El tiempo fue cambiando y con el paso de los años «empezaron a llegar tractores, remolques, carrocetas y la mitad del Bierzo está abandonado».
Fue en ese momento cuando a Antonio le dio «pena» esta situación y añorando tiempos pasados, comenzó a coleccionar los saperos de su familia, los de los vecinos, los que compraba en los rastrillos, los que le iban regalando... y así ha conseguido una colección de más de 1.500 piezas repartidas en 15 rincones. En cada rincón hay una pieza y alrededor de esa pieza pivota el resto de cada rincón. Gracias a Antonio, en este museo aquellos tiempos lejanos todavía viven.
«Aquellas gentes no tenían ocho horas de jornada laboral. Su jornada era de 16 horas los siete días de la semana. A las seis de la mañana ya se escuchaba el rodar de los carros o el caminar de los animales, dirigiéndose a las fincas, por los maltrechos caminos. Volvían a casa con el sol ya puesto, pero el trabajo todavía continuaba un par de horas, ya que había que atender a todo tipo de animales que había en casa y que eran indispensables para la supervivencia familiar», cuenta Antonio, a quien le tocó trabajar en el campo.
Sin embargo, este aficionado a la agricultura fue maestro y se puede constatar en su forma de relatar pero también en el rincón que tiene dedicado a sus labores como docente y a los alumnos a los que dio clase. Este rincón especial que marca este periodo de su vida se llama «La Biblioteca». También conserva máquinas de escribir de aquella época y otros artefactos.
Rincones de sabiduría y tradición
En el Rincón del Pan encontramos trigo y Antonio cuenta la forma en la que se separaba el grano de la espiga en los años 30. «Se separaba con unos palos unidos a unos cueros, se llaman pértigos. Y contemporáneo a aquello se hacía con trillos que desgranaban». Y en esta parte se detiene para desvelar la máquina a la que más cariño le tiene de todo el museo: la desgranadora de trigo. «Es la que marcó un antes y un después en la agricultura, a partir de entonces ya se empezaron a utilizar máquinas con motor», explica Antonio. En los años 50 «en los pueblos no existían panaderías industriales que fabricaran y repartieran pan a domicilio como ahora, si no que la mayoría de las familias tenían un horno en casa para hacer pan y empanadas», añade.
'El Varal', mucho más que un museoVer 31 fotos
En el Rincón de La Matanza tiene expuestas diferentes máquinas y artilugios con los que se hacía esta práctica de la que surge el embutido y el botillo. Desde maseiras, hierros de escamar o trébedes de hierro hasta artesas o máquinas de picar. En el rincón del lino, se pueden observar máquinas antiguas de coser, un auténtico telar antiguo.
En el Rincón del Vino, llaman la atención las fotografías de los vendimiadores del Bierzo en los años 50 pero también ha conseguido recopilar pocillos, máquinas de hacer vino, botellas de vino antiguas, bidones... En este punto del museo, Antonio cuenta todo el proceso de la elaboración del vino.
Las diferencias de la vendimia
«Existe una diferencia enorme entre la vendimia de antes y la de ahora. En estos tiempos el viticultor que recoja menos de 10.000 kilos y tenga que hacerlo en seis o siete parcelas pequeñas, con viñas irregularmente plantadas, posiblemente perderá dinero o ganará muy poco, debido a que el precio de la uva es muy bajo y la mano de obra, siendo justa, resulta cara si la proporcionada con el precio de las uvas. En la vendimia de antes, las uvas daban dinero, aunque el precio fuera bajo. La vendimia se hacía familiarmente, primero para unas y luego para otras, con lo que se evitaba la mano de obra de los vendimiadores, que era el capítulo más caro», explica este berciano.
También conserva un proyector de películas antiguas, la zona del palomar —donde guarda candiles, un tambor de asar, una calabaza centenaria...— , la bodeguita —donde guarda vinos y aguardientes— y una sala donde revela fotografías con máquinas tradicionales y de forma auténtica. El Varal también tiene su propio molino. «Una reproducción, casi perfecta, de uno cualquiera de los que había en la mayoría de los pueblos que tenían agua», desvela el creador de esta exposición.
En este largo recorrido, que puede durar dos horas aproximadamente, Antonio explica y muestra el funcionamiento de cada artilugio de los que alberga este curioso museo de gran valor que se puede visitar con cita previa.