Día Mundial Sin Alcohol
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Día Mundial Sin Alcohol
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Carlos y María -nombre ficticio- son alcohólicos. Él rehabilitado y ella en proceso. Ambos viven en pueblos pequeños, donde todos se conocen y donde todo se sabe, pero a pesar de ello, dieron un paso al frente para buscar ayuda ante un grave problema, una enfermedad que se llama alcoholismo y de la que querían salir por ellos y por su familia. Aunque sus inicios fueron muy diferentes.
En el caso de Carlos, este berciano empezó a beber al comenzar a salir de fiesta pero ese consumo se agravó cuando en el año 2007 tuvo un accidente, que lo llevó a la jubilación, y se encontró con mucho tiempo libre, «y en un pueblo, ¿a qué te dedicas? A los bares. Y era más tiempo en el bar que en mi casa». Allí se pasaba cuatro o cinco horas por las mañanas y luego volvía después de comer «y de ahí llegaba a casa tarde, o de salir por ahí y estar dos o tres días sin volver».
Todo ello afectó a su relación con su familia. Vive con su tía y el trato era de «desconfianza», «nadie confía en ti, ni tu familia ni nadie de alrededor, era como que estás, somos familia, pero no contamos contigo», relata Carlos. El hombre recuerda que se dio cuenta de la situación «porque oyes por detrás que hacen planes sin ti para evitar que la líes y llega un momento que es triste oír que tu familia o tus amigos de toda la vida te estén diciendo eso».
Ahí fue cuando comprendió «que tenía un problema serio del que yo solo no podía salir». Así que buscó ayuda y la encontró en la asociación Beda, que es un Centro de Tratamiento del Alcoholismo situado en Ponferrada, que desde el primer momento «me ayudó a encontrarme y a aprender a decir no, porque mientras bebes no sabes decir no». Al primero que se lo contó fue a su primo y después siguió con el resto de la familia, que lo apoyó sin fisuras. Incluso llegaron a decirle que desde ese momento, cada vez que se reunieran, no habría alcohol en la mesa «pero yo dije que no, que yo tenía que saber estar en la mesa sin mirar para el alcohol».
De hecho, una de las primeras pautas en el inicio de su recuperación que le dieron los psicólogos y trabajadores sociales de Beda fue que no pisara un bar, algo que Carlos no cumplió porque «en pueblos pequeños la vida social se hace en el bar». Así que el primer día fue al bar y ya nunca bebió. Es más, además de no beber, lo que hizo fue cambiar hábitos horarios. «Si iba a tomar el café a las 10 de la mañana porque había grupitos, pues iba antes o después. Después de comer ya no iba, y por tarde a las 7 que se reunía la gente, yo iba a las 5» y reconoce que «si tengo que hacer esto y no puedo pisar el bar seguro que no lo hubiera hecho».
Carlos Gómez
Alcohólico rehabilitado
En la actualidad sigue yendo, pero sin probar ni una gota de alcohol desde el 10 de octubre de 2017 «y sin recaídas», narra orgulloso. «Era de los que pensaba que en los bares solo se bebía alcohol, pero ahora voy, tomo café o un refresco, y vas a cenas donde la gente está con sus vinos, con sus chupitos y ahora no me llama la atención. Al principio se me escapaba la vista pero es que ahora no», añade.
Incluso, a día de hoy, dice que le molesta el olor, «algo que nunca pensé que diría, ya que una botella me duraba una hora y el día tiene muchas, y ahora que llegue a decir que me molesta el olor, es increíble, pero ojo, también hay que estar alerta». Y es que un desliz echaría por tierra todo el trabajo que ha hecho hasta ahora, «sería perjudicial para mi y me molestaría más traicionar a la gente que ha puesto la confianza en mi. Son seis años sobrio, es mucho y es nada, pero hay que mirar en positivo».
El camino hasta llegar donde Carlos está ahora no fue fácil, todo lo contrario. «Lo pasé mal», reconoce, con días que se iba de Beda «echo una mierda», sobre todo por lo que llegaba a escuchar de otras personas en recuperación. Depresiones o incluso situaciones que pueden sonar a tópicos, como 'beberse hasta la colonia', «pero hasta que una persona dijo que si no tenía alcohol se bebía la colonia, no me lo creía», relata.
Lo que tiene claro Carlos es que entrar en rehabilitación tiene que ser algo voluntario, «aconsejar sí, obligar no». «Entiendo que hay gente que ha querido hacerlo y tiene sus trabas, sus recaídas, cada uno somos una historia distinta. Lo importante es llamar a la puerta y entrar, una vez que entras, si haces caso a los pasos, lo consigues», afirma.
Así, Carlos, con seis años sin beber, se mantiene siempre alerta para no recaer y en este tiempo ha logrado recuperar calidad de vida.
María
La relación de María con el alcohol es muy diferente a la de Carlos. Ella llevaba una vida muy solitaria, con ambientes autoritarios tanto en casa como en el trabajo que la llevaron a encerrarse en sí misma. Un psicólogo le dijo que tenía que hacerse valer y perder el miedo a expresar sus sentimientos. Esa valentía se la dio el alcohol. Fue un vaso de vino hace ochos años, ya que no estaba acostumbrada a beber, y explotó. «Monté un pollo en casa y solté todo lo que tenía que soltarle a mi marido, con mi madre pasó lo mismo y entonces empecé a asimilar el alcohol con el envalentonamiento para expresar como me sentía yo», asegura.
Pero los problemas siguieron creciendo en la vida de María y el beber «se fue convirtiendo en una rutina, después en un hábito, luego en una adicción y por último ya en una enfermedad». Tras su separación, con más responsabilidades tanto familiares como laborales, «todo fue a peor, me vino todo encima y no lo supe asimilar, porque pasas de no tener nada a tener que llevarlo todo yo sola». Así que continuó bebiendo, convirtiéndose en un hábito mucho mayor, «ya era todos los días y empezaba a poner en riesgo mi vida y la de mis hijos con el coche», reconoce. Pero no fue hasta mayo de este año, cuando tuvo «una muy fuerte y al día siguiente me levanté muy avergonzada», que dijo «hasta aquí».
Fue entonces cuando dio con Beda a través de internet. Allí, se sintió «muy cómoda», pero «no fue nada fácil». De hecho, desde mayo hasta agosto tuvo recaídas continuas, mes en el que decidieron comenzar con el tratamiento médico y desde entonces «la vida me está yendo mucho mejor, los problemas son más fáciles de resolver y todos más contentos, el entorno laboral, familiar, todo».
María
Alcohólica en recuperación
Las terapias individuales y grupales en Beda las considera fundamentales. En ellas «puedes hablar con libertad, sin críticas, sin miedo a sentirte juzgado, entonces yo creo que ese es el inicio para un cambio», relata la mujer en esta entrevista. «Simplemente eres una persona que ha dado un mal paso en la vida que le puede pasar a cualquiera», añade.
Así, destaca el apoyo diario de los trabajadores que, «incluso cuando hay recaídas, nunca te juzgan, intentan ser comprensivos» y que se traslada también al ámbito familiar, mediante una reeducación. Desde la asociación se trabaja «para hacerles ver que muchas de las cosas no era porque yo les quisiera hacer daño a ellos, sino que los cambios que te da el alcohol en tu forma de ser, todo eso, intentan trasladar como yo me sentía para que pudieran entender», explica la mujer.
Con todo ello, María asegura que uno de sus mayores miedos para dar el paso y pedir ayuda era «miedo a un cambio de vida porque estaba metida en un círculo tan vicioso que me daba miedo salir y ver que esto no es una pescadilla que se está mordiendo la cola continuamente, sino que la pescadilla también se estira y puede seguir viviendo». «Ese miedo, que es el que nos ciega, hay que intentar sobreponerlo y tirar para adelante porque hay gente encantadora y que después la vida nos va a ser mucho más fácil», concluye.
Los testimonios de Carlos y María ponen el foco en el problema del consumo de alcohol. De hecho, España se encuentran a la cabeza, solo superados por Letonia y Lituania. Y es que según el último informe publicado por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) en base a datos de 2021, los españoles, mayores de 15 años, consumen una media de 11 litros al año.
En el caso de pedir ayuda, centros como Beda ofrecen tratamientos con terapias grupales -varios días a la semana y a distintas horas- e intervenciones individuales atendiendo a las necesidades específicas de cada paciente o familiar.
Así, en el año 2023 -hasta el 31 de octubre- hubo una permanencia en el programa de aproximadamente 250 usuarios, entre familiares y pacientes. Hasta entonces solicitaron información 107 personas , de las cuales iniciaron el programa 66 pacientes y trabajaron con 74 familiares. «Esto ha supuesto la atención directa de 140 personas, que se incorporan nuevas a grupos de terapia y a grupos psicoeducativos, a los que habría que sumar los que continúan desde años anteriores», apuntan desde Beda.
De las personas que iniciaron durante este año el tratamiento, la media de edad es de 47,7 años -en un rango de 20 a 83-, de los cuales un 65 por ciento son hombres y el resto mujeres, con un inicio de consumo a los 16 años y consumo problemático a los 35,39 años.
Un 74 por ciento de los pacientes consumen alcohol diariamente, mientras que el 24 por ciento lo hace de manera esporádica y/o compulsiva. Además, el 50 por ciento provienen del medio urbano (Ponferrada) y el resto del medio rural (Bierzo, Valdeorras, Laciana, Cabrera, Maragatería y zona limítrofe con Asturias)
En cuanto al apoyo familiar, el 92 por ciento de los pacientes cuentan con él. De hecho, el 52 por ciento acude inicialmente al centro por iniciativa familiar, el 21 lo hace por decisión propia, el 8 por motivos legales, el 2 por ciento son derivados desde el Hospital, otro 2 por ciento acuden por razones laborales, y el 6 restante lo hacen por otras razones, en este caso derivados de centros de tratamiento residencial.
Por último, el 80 por ciento de las personas que iniciaron el programa en 2023 padecen otro trastorno mental a parte de la adicción al alcohol, siendo los trastornos depresivos los más prevalentes (30 por ciento), seguidos de los trastornos de personalidad (23 por ciento).
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Almudena Santos y Lidia Carvajal
Alfonso Torices | Madrid y Álex Sánchez
Borja Crespo, Leticia Aróstegui y Sara I. Belled
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