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El libro 'Los niños olvidados de Dios', junto a uno de los coches favoritos del pequeño Yeray.
'Los niños olvidados de Dios'

'Los niños olvidados de Dios'

El pequeño Yeray perdió la batalla contra el cáncer tras recibir el apoyo de toda la sociedad berciana y ahora su abuelo, Juan Garrido, escribe un libro para recaudar fondos para ayudar a otro niño, Iván, en su lucha contra esta enfermedad

vanessa silván

Sábado, 30 de abril 2016, 15:39

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Juan Garrido es el abuelo de Yeray -el pequeño de 5 años que hace un año perdía su lucha contra el cáncer y con el que todo el Bierzo se volcó para ayudarle y colaborar con su tratamiento- y ahora quiere agradecer toda esa ayuda y devolver parte de esa solidaridad que su familia recibió a través de un libro, 'Los niños olvidados de Dios'. Es un libro muy personal, con sus pensamientos y reflexiones sobre ese día a día desde que su 'titán' ya no está, y cuyo objetivo es recaudar fondos para ayudar a otro niño, Iván, que como su nieto necesita ayuda para seguir en la lucha contra esa enfermedad.

Umberto Eco dice que escribe para 'matar mis demonios interiores, los demonios de mi inseguridad'. Tío Manolo escribe para él y para que sus amigos le sigan queriendo. Por mi parte, yo escribo para dejar constancia de que por este mundo pasó una criaturita, llamada Yeray, cuenta en el libro Garrido, que explica que empezó a escribir casi como por terapia. Pensaba muchas cosas y no podía dormir. Necesitaba escribir y hasta que no empecé a escribir no estaba tranquilo. Iba escribiendo desordenadamente, folios por todos los lados, recuerda.

En 'Los niños olvidados de Dios', Juan Garrido habla al pequeño, a él dirige todas sus preguntas y dudas en un intento de seguir haciéndole siempre presente a través del recuerdo, rodeado en su estudio de sus coches y motos de juguete, las cartas que le escribieron las niñas de su bloque, Carmen y Alba, su armónica o las imágenes de sus dibujos favoritos 'Cars', con la sonrisa de Rayo MacQueen. Como decía el pintor Andrés Viloria, 'las cosas son o no son, pero están'. Así eres tú, mi querido titán, latente siempre en nuestros corazones rotos, sin poder tocarte ni tenerte entre nuestras manos. Pero estas ahí, escribe.

Y es que la pérdida de alguien tan pequeño, después de tanta lucha, se hace prácticamente incomprensible para cualquier familia, independientemente de lo grande que haya sido su fe. Una cuestión sobre la que reflexiona Juan Garrido y a la que debe el título este libro. Nos han enseñado a creer sin ver, a tener fe, a que todo lo que se siembra se recoge, que cada cosa negativa se compensará con algo positivo, cuenta el autor, que confiesa que tras la muerte de Yeray su fe ha quedado rota y desgarrada.

¿Dónde y cómo queda nuestra capacidad de creencia adquirida a través de nuestros abuelos, nuestros padres, nuestra familia? ¿Qué nivel de felicidad y de fe me puede quedar después de estos años, de esta vivencia y con semejante resultado?, se pregunta Garrido, que trata de reconciliarse con todo lo ocurrido a través del apoyo incondicional de su esposa, madre, abuela, auxiliar y moderadora Eloina o el recuerdo de los juegos con Yeray, cuando le llevaba a lomos como si fuera Rocinante, Babieca o simplemente Platero para que luchara con gran destreza contra los esbirros, contra molinos de viento y dragones imaginarios e invisibles.

El objetivo, ayudar a Iván

Pero tras muchos recuerdos y nostalgias y algunas palabras llenas de desencanto y decepción, 'Los niños olvidados de Dios' lleva también otro mensaje de esperanza y de ánimo a seguir luchando. Ahora tenemos que ayudar a Iván, yo nunca hubiera publicado este libro si no fuera con la idea de poder poner mi granito de arena a su lucha, como lo hicieron cientos de personas con nosotros y nos sirvió de mucho, reconoce Juan Garrido. Este pequeño tiene seis años y desde los seis meses combate contra el cáncer, un gangliglioma anaplástíco, que le ha llevado a someterse en este tiempo a un total de 23 operaciones, la última el pasado mes de marzo.

Es un superviviente y sigue ahí, luchando como un campeón, asegura Garrido, que mantiene contacto telefónico desde hace tiempo con sus padres, Patricia y Marcos, que prácticamente lo han dejado todo para estar a su lado y cuidarle. Tras un mes muy complicado, la última intervención permitió eliminar casi el 90 por ciento del tumor y lo que queda podría ser eliminado con un tratamiento a base de protones no disponible en España, sería necesario viajar a Praga o Estados Unidos. Les han dado muchas esperanzas de que con ese tratamiento el niño pueda salir adelante, cuenta.

Pero el abuelo de Yeray ya había iniciado su proyecto del libro antes de conocer estas noticias tan esperanzadoras porque lo que sabíamos era que queríamos ayudar. Garrido sólo conoce por teléfono a los padres de Iván pero siempre se han sentido muy cercanos por la experiencia común que han vivido ambas familias. Por ello, ya les entregarán personalmente la recaudación que saquen de la venta de 'Los niños olvidados de Dios', con un precio de diez euros y que se presenta este sábado, durante los actos del Día del Libro en el pueblo de Santa Marina, en el municipio de Torre del Bierzo (León). Los protagonistas de este libro son Yeray e Iván, recalca su autor, que recuerda que seguiremos estando ahí, mientras las fuerzas y las estrellas nos sigan acompañando.

La historia de Yeray

El Bierzo se despertaba esa fría mañana del 27 enero de 2015 con una triste noticia, el pequeño Yeray Garrido había perdido su lucha contra el cáncer, rodeado de su familia Su nombre, de origen guanche (canario), significa hombre fuerte. Una fortaleza que demostró en esa dura batalla para un niño tan pequeño y que comenzó cuando apenas tenía tres años, cuando le diagnosticaron un meduloblastoma cerebral, que le fue extirpado con éxito en La Paz de Madrid.

Un tiempo después, una nueva revisión reveló que había nuevas células tumorales, especialmente en la médula. Tras agotar todas las posibilidades de curación que le ofrecía este hospital madrileño, fue trasladado a Niño Jesús, donde esperaban que pudiera someterse a un tratamiento que se basaba en un análisis genético de las células a través de un laboratorio ubicado en California, pero que finalmente no fue posible.

Entonces surgió la posibilidad de someterse a un tratamiento experimental en el Hospital Universitario de Pamplona, que se convertía en una nueva oportunidad para vencer la enfermedad. Su familia pedía entonces ayuda para poder hacer frente al alto coste del tratamiento y la sociedad berciana y de diversos puntos de toda la geografía española se volcaron con ellos.

Donativos a través de un número de cuenta o de las cientos de huchas que se repartieron por otros tantos establecimiento del Bierzo y Madrid, galas benéficas y una gran diversidad de actos para recaudar fondos, que permiteron que durante el último año el pequeño recibiera varios ciclos de tratamiento en Pamplona y que abrieron la puerta a pensar en una posible recuperación.

Los resultados de las pruebas apuntaban a que la enfermedad estaba siendo controlada, recuperó peso y mejoró su movilidad, además de volver a tener ganas de jugar. Pero el tratamiento era cada vez más agresivo para Yeray y decidieron suspenderlo. Finalmente este pequeño luchador se despidió dejando para siempre el recuerdo sus grandes ojos azules y su sonrisa simpática.

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